de novembre 25, 2009

LA VERDADERA HISTORIA DE ROBERT JOHNSON Y EL CRUCE DE CAMINOS

A solas con su vieja guitarra esperaba la medianoche. Nadie se aventuraba a esa hora por ese lugar. Tengamos en cuenta que corría la década de 1930 y aquello era todo desolación y oscuridad. Dos caminos polvorientos y un solitario árbol era todo el paisaje. No lo vio llegar, a pesar de que había luna llena. Tampoco lo escuchó hasta que susurró a su oído: “¿En qué lo puedo ayudar?”
Robert se quedó helado y tuvo que hacer un enorme esfuerzo para controlar algunos esfínteres. La repentina aparición de ese hombre alto, elegante, de edad indefinida y tan negro como él, además de su profunda voz de barítono pero con un marcado toque aguardentoso lo dejaron quieto y mudo. ¿Es él de verdad? se preguntaba mientras comenzaba a transpirar, a pesar de lo fresco de la noche.
“Quiero ser el mejor guitarrista clásico del Sureste de Estados Unidos” soltó Robert apenas moviendo los labios. Estaba paralizado.
“A ver, tocá algo”, pidió la sombra que permanecía a su lado.
El joven comenzó algo que parecía ser una sonata de Mozart. Estaba nervioso e incómodo y eso causaba que su interpretación sea peor de lo habitual. La guitarra estaba desafinada y sus viejas cuerdas habían perdido todo su brillo. La sombra comenzó a caminar frente a él, observándolo con un gesto indescifrable. La luna iluminó su rostro, coronado por un imponente sombrero tejano. Lucía una barba de llamativa prolijidad, y un discreto arete adornaba el lóbulo de su oreja izquierda. Sus movimientos eran elásticos, como pasos de un baile lento y fatal. Todo en su figura exhalaba un aire andrógino.
Al cabo de unos pocos minutos le indicó con un gesto suave que se detuviera. Con las manos en los bolsillos y mirándole los zapatos gastados murmuró: “No, lo tuyo es otra cosa”. Robert permanecía firme como un soldado.”Además, la música clásica no pega por esta zona. Por otra parte, los negros no nos dedicamos a esas mariconadas, nosotros hacemos blues, papá”.
- Pero… el blues es música de negros, señor; se animó a decir Robert
- ¡Ah bueno! Ahora estoy hablando con el “Payo” Johnson.
- N..no… lo que quiero decir es que…
- Ya sé lo que querés decir, pero no. Voy a ser claro: tocando clásico sos de lo peor que he escuchado en cientos de años, pero de acá a unos años el blues va a ser un estilo muy respetado y exitoso. Y vos vas a ser el padre de eso. Esa es mi oferta.
- Peero… yo todavía no quiero ser padre, soy muy joven todavía.
- ¿Además de mal músico sos pelotudo? Entonces esto te va a salir más caro.
- Entonces, además de mi alma ¿qué otra cosa le voy a tener que entregar?
- Mmmhh… ya lo voy a pensar, pero relajate. Vamos a empezar ahora.
-¿Empezar? ¿No es instantáneo?
- Nada es instantáneo, nene. ¿Vos te creés que el mundo se hizo en un día?. El Otro hizo un gesto de desagrado. ¡Mierda, tengo que dejar de usar ese ejemplo!
- ¿Y que vamos a hacer?
La guitarra apareció de la nada. Estaba suspendida a unos 50 centímetros del piso, iluminada desde abajo por un haz de luz que parecía venir desde el centro mismo del averno. A Robert ese efecto le pareció excesivo y presuntuoso. No dijo nada, pero supo que El Otro sabía lo que pensaba.
- Es verdad –dijo El Otro, con una sonrisa burlona- es excesivo y presuntuoso, pero lo importante es el mensaje. Lo que voy a hacer ahora es ponerme a enseñarte a tocar la guitarra negro.
- ¿Cómo, me va a dar clases? No es lo que había imaginado.
- Lo que pasa es que a vos tu imaginación te caga. Por ejemplo, ¿vos en verdad creés que yo soy negro?
- Si, siempre lo imaginé así, es lo que dicen todos.
- Eso es porque vivís con negros. Pero yo soy como me imaginan. Si me hubieras imaginado como un dragón emplumado, así sería.
- Ahora que lo pienso bien, hay una chica que trabaja en un cabaret de…
- Buen intento, pero la primera imagen es la que cuenta; dijo El Otro mientras tomaba la guitarra y se sentaba en un banquito que antes no estaba allí. Dale, sentate y empecemos.
Robert miró a su alrededor. Solamente había una piedra que, obviamente, antes no estaba allí. El Otro marcaba diferencias con discutible sutileza.
- ¿Tenés algo? Preguntó.
Robert titubeó, amagó unas notas y dijo:
- Había pensado algo así: “Vía muerta, calle con asfalto siempre destrozado / Tren de carga, el humo y el hollín están por todos lados / Hoy llovió y todavía está nublado”.
- Eso es realmente muy bueno, dijo El Otro sorprendido, pero dejémoslo para después, porque si no cantás en inglés, nadie te va entender un joraca. Probemos con esto: “I went down to the crossroad, fell down on my knees / I went down to the crossroad, fell down on my knees / Asked the lord above Have mercy now, save poor Bob if you please”

d’octubre 15, 2009

Misterio desvelado



Así que de esta manera lo hacían. ¡Quién lo hubiera imaginado!

de setembre 15, 2009

Perfección

"Era el falsificador más grande que ha existido jamás. Gilberto Edilsao Ascencio Guimaraes Costa fue el mejor falsificador de la historia".
Al viejo Ricardo le gustaba acaparar la atención de toda su audiencia. Por eso cada vez que iniciaba el relato lo hacía de un modo terminante. No había forma de no escucharlo cuando pomposamente anunciaba su participación en la charla.
"Conocido en el mundo del hampa como 'El Brasuca', llegó a la Argentina huyendo de las consecuencias de una estafa con títulos de propiedad de terrenos estatales entregados a un grupo de 'Sin Tierra' de las cercanías de Manaos. El trabajo realizado por Gilberto fue de tal perfección que hasta el propio ministro del interior del Brasil debió reconocer la validez de los documentos luego que el departamento de Pericias de la Policía Militar le informara que no existía diferencia alguna entre los títulos apócrifos y los auténticos impresos en la casa de la moneda de Brasilia. De todos modos, el mismo funcionario ordenó a los servicios de inteligencia que eliminaran discretamente al autor del desfalco"
El viejo -que había comenzado su carrera trabajado en el periódico de un pequeño pueblo del sur de la provincia de Buenos Aires- utilizaba siempre un lenguaje más acorde a una crónica policial que a una charla de fogón. Y nadie creía que fuera un charlatán, porque sus anécdotas eran muy espaciadas, no tenía una en cada reunión, sino que los pormenorizados relatos se escuchaban muy de cuando en cuando. Por cierto, su público era muy seleccionado y no cualquiera podía acceder a sus historias. Cuando entendía que alguno de los presentes no estaba a la altura de las circunstancias, guardaba un mutismo total.
"Su único defecto, tal vez, es que era un romántico. Cuando una causa ganaba su simpatía, trabajaba en forma gratuita, lo que muchas veces le valió la reprimenda -cuando no decididos atentados- por parte de sus colegas. De todos modos, el 'brasuca' no aprendía y se anotaba en cuanta causa justa precisara de sus servicios. Aquel trabajo de Manaos fue uno de ellos. No ganó ni un peso -a pesar de todo lo que se dijo- y debió huir de Brasil con una mano atrás y otra adelante.
Según pude enterarme, al llegar a Buenos Aires permaneció tres años sin actividad. Su capacidad lo llevó, en ese tiempo, a falsificar un porteño perfecto, con los recuerdos de un padre llegado de Italia y muerto en un accidente en el puerto -donde laburaba de estibador- y una viejita española que echó su último aliento limpiando el patio de un conventillo. Su acento era propio de una persona que había nacido y se había criado en cualquier cortada de La Boca o Palermo. En realidad nunca nadie supo que había nacido en Brasil. El apodo de 'brasuca' obedecía a que Gilberto despotricaba contra la política exterior del hermano país, y llamaba a sus habitantes -sus connacionales- de esa despectiva manera.
Obviamente, Guimaraes cambió su nombre. En los ambientes marginales se presentaba como Hilario Bustos y su nombre fue mentado durante mucho tiempo, incluso después de su muerte. Más de una niña de la vida, paraguayitas de las más variadas casas de tolerancia y provincianas de todos los cabarets del Oeste porteño dejaron caer una lágrima cuando se supo lo del suicidio, pero eso es harina de otro costal."
Don Ricardo, que pisaba firmemente los 70 años, usaba constantemente palabras caídas en desuso y frases hechas muy antiguas. Cuando tenía 25 años se fue a vivir a la Capital Federal y recorrió la redacción de varios diarios durante 4 décadas hasta que resolvió jubilarse y venirse a vivir a Molinari, en un pequeño chalet que había comprado en un remate varios años antes, sin siquiera saber en que provincia estaba esa localidad. Era un hombre reservado y disfrutaba la calma de los inviernos del Valle de Punilla. Pero no era hosco y en los meses estivales se relacionaba gustosamente con los veraneantes que le tenían un gran afecto y lo invitaban a todas las reuniones. Sus relatos habían ganado cierta fama en la zona y todos tenían la esperanza de poder escucharlo.
"Cuando comenzó a trabajar en la Capital se hizo famoso entre las gentes de mal vivir y la policía empezó a prestarle atención a las excelentes falsificaciones que aparecían de tanto en tanto. Sus trabajos no eran muchos, pero hacían ruido y le brindaban respeto y admiración desde ambos lados de la ley. A punto tal que fue contactado en forma extraoficial por los altos mandos de la Federal, la Gendarmería y varios jueces. El objetivo no era 'apretarlo', sino encargarle algunos trabajos a cambio de dejarlo tranquilo un tiempo. Quienes tenían a su cargo la defensa de la justicia no buscaban realizar estafas. Lo que querían era alimentar su ego con distinciones falsificadas. Entonces, Hilario Bustos -es decir, Guimaraes Costa- confeccionaba diplomas, acuñaba medallas, imprimía pergaminos, organizabas cocteles y falsificaba funcionarios de segunda línea que expresaban sentidas palabras destacando la personalidad y hombría de bien del distinguido, que dejaba escapar una que otra lágrima y olvidaba por completo que se trataba de una farsa. De todos modos al 'brasuca' no le gustaba que su nombre estuviera en boca de demasiada gente, por lo que seleccionaba minuciosamente sus trabajos, ya fueran pagados en efectivo o con favores.
De todos modos, por más espaciadas que fueran sus apariciones en escena, su sello era inconfundible. Tenía un estilo magistral y lujoso. Sus incursiones eran siempre espectaculares y ganaban siempre las primeras planas de los diarios. Si bien nunca -hasta aquella fatídica madrugada- se pudo probar, pero siempre existió la plena seguridad que era él. Tanto éxito fue alimentando su ego y de ser un tipo de perfil bajo, con el tiempo fue volviéndose fanfarrón.
"
El viejo Ricardo podría haber hecho carrera en el radioteatro, ya que manejaba las modulaciones de su voz y los imprescindibles silencios con la maestría de un profesional. Cuando el relato iba ganando en tensión y en atención, el hombre hacía una pausa, buscaba un cigarrillo, lo encendía, hacía una gran bocanada, saboreaba el humo y lo expulsaba lentamente antes de continuar. Ese momento era la gloria para él.
"Entonces, Guimaraes Costa -o sea, Hilario Bustos- cometió el peor de los errores que puede cometer un elemento de mal vivir: se creyó omnipotente, superior e inalcanzable. Comenzó a salir de las sombras, empezó a disfrutar el ser reconocido fuera del ambiente en el que siempre se había movido. Dejó de frecuentar a las busconas de cinco guitas y fue a coquetear con señoras de la alta sociedad hartas de sus maridos demasiado enfrascados en sus negocios. Iba de una reunión a otra, saltaba de un lecho a otro, hasta que sucedió lo que tenía que suceder."
De contextura más bien robusta, casi calvo y con una barba blanca que le brindaba un aspecto entre paternal y misterioso, Ricardo mantenía dos vicios adquiridos en las cerradas y mal iluminadas oficinas de los diarios de su época: los cigarrillos Imparciales y el café. A veces pedía una ginebra o un wisky, pero normalmente tomaba Coca Cola. Cuando hablaba fijaba la mirada en un punto lejano, sin mirar a su audiencia y en determinados momentos hacía gestos con las manos para graficar la grandeza de una fiesta o la violencia de un combate, la dureza de un dirigente sindical o la varonil personalidad de un cantante de tangos. Sus manos eran una parte más del relato.
"El 'brasuca' se convirtió en el amante de la esposa de un diputado. La mina era una cuarentona bien conservada, con todos sus encantos apetecibles. El marido era un tipo del que se comentaba que estaba relacionado con la pesada, metido en la trata de blancas y el contrabando. También se decía que se había cargado a un par de rufianes que se quisieron pasar de vivos. Algunos afirmaban que la fajaba a la mujer y gustaba de empinar el codo tupido.
Pero ninguno de estos antecedentes impidieron que Bustos se hiciera habitué de la alcoba de la esposa del diputado. Como el tipo hacía continuos viajes al Paraguay para traer mercadería, el 'brasuca' la llevaba a los hoteles más pitucos de Buenos Aires a pasar fines de semana que eran verdadera -y ustedes disculpen- orgías sensoriales.
Por ese entonces, el director del diario me encargó realizar una investigación sobre delincuentes que se ganaban la admiración y el cariño de la gente respetable. Le nombré a algunos famosos, como Borsalino, pero el hombre quería casos actuales y me mandó a hablar con un tipo de la Federal.
El Principal Vílchez era un verdadero personaje que desde hacía un par de años hacía tareas administrativas en la Central debido a que un balazo le había dejado una pierna prácticamente inútil. Era evidente que ese trabajo no le gustaba, pero se lo tomaba con humor. 'Lo mío, caballero, es la acción, la calle, la primera línea de combate' me comentó en nuestra primera entrevista. Aunque bastante bruto, era un tipo de buenos modales, de un gesto impostádamente amable, pero de una dureza intimidante. Enseguida salió el nombre del 'brasuca', de quien yo había oído hablar bastante, aunque sin demasiados detalles. Hasta ese momento era para mí más un mito que un personaje real.
Vílchez estaba obsesionado con Hilario Bustos, aunque -como casi todo el mundo- no tenía demasiados datos como para dar con él. Pero me tiró un par de pistas importantes, como por ejemplo su relación con la mina del diputado. Ese fue el punto de partida.
A partir de entonces, comencé a seguir a la mujer día y noche. Al parecer, el marido sospechaba algo porque estaba siempre protegida -o vigilada- por dos gorilas que tenían pinta de pesados de verdad.
De todos modos, un jueves por la noche, la mina se escabulló de la mansión por la puerta de servicio vestida de mucama. Me sorprendió que una triquiñuela tan simple pudiera despistar a los cancerberros, pero en realidad, mirándole la cara a la luz del día, se podría decir que la inteligencia no era el punto fuerte de esos muchachones."
El viejo Ricardo hablaba muy poco de su vida. No se sabía si era o había sido casado, ni si tenía algún pariente. Tan sólo tiraba algunos datos aislados como nombres de diarios en los que había trabajado o los barrios en los que se encontraban las pensiones donde pernoctaba. Su propia historia permanecía en el más profundo de los misterios.
"Al parecer, 'el brasuca' se descuidó, porque lo agarraron una madrugada cuando salía medio borracho de un cabaret acompañado por dos niñas. La cana montó un operativo espectacular y el hombre tuvo que entregarse, aunque gritaba que no era él a quien buscaba, pero nadie le creyó. En su poder se encontraron documentos falsos -de gran factura- y en el departamento que habitaba en Almagro se secuestraron numerosos elementos que fueron pruebas irrefutables de su profesión de falsificador. Bustos escuchó la sentencia del Juez -25 años de prisión- llorando y jurando su inocencia. Tres meses después apareció colgado en su celda. Así, como un ratero común, se apagó el más brillante falsificador del que se haya tenido noticias en esta parte del mundo."
Una tarde, cinco móviles de la Policía Federal destrozaron la calma habitual del otoño de Molinari. Los coches policiales rodearon la casa del Viejo Ricardo y pocos minutos después se lo llevaron sin ningún tipo de explicación. Dos días después recibí una carta en la que Ricardo me designaba su abogado defensor. Inmediatamente fui a verlo a la alcaldía de la sede de la Federal en La Falda. y allí, con voz cansada, me contó el final de la historia.
"Debo confesarte, estimado amigo, que mi verdadero nombre no es Ricardo, ni siquiera Hilario Bustos. Me llamo Gilberto Edilsao Ascencio Guimaraes Costa y nací en un pequeño pueblo del Estado de Minas llamado Ascençao do María Santísima. Todo lo que conté de mí es -objetivamente- cierto, aún cuando todo pareciera teñido de soberbia. Tan sólo me faltó explicar que en determinado momento me cansé de llevar una doble vida, ejerciendo el periodismo como pantalla y desarrollando mi verdadera pasión por la falsificación. Por eso, cuando el director del diario me mandó a investigar a los delincuentes con gran aceptación en el vulgo, pergeñé el final del 'brasuca'. Fue mi penúltimo acto: falsifiqué un falsificador y falsifiqué su suicidio. Esto último tal vez haya sido el punto más oscuro de mi carrera, pero -aunque me avergüenza- era necesario en ese momento. Pero la verdad es que no aguantaba más el cargo de conciencia y de a poco fui falsificando una investigación que le permintió a un mediocre detective de la policía llegar a la conclusión que Hilario Bustos aun vivía y que residía en un pequeño pueblito en las sierras de Córdoba, presumiblemente alejado del ámbito delictivo."

Enero de 2000

d’agost 14, 2009

Fogon del viernes

No se soporta que David Coverdale tenga tanto botox en la geta, pero hay que dejarlo cantar

d’agost 12, 2009

Descubrimiento del todo inútil

El principio de las tirillas para abrir el envoltorio de celofán de los atados de cigarrillos se encuentra siempre -si se mira de frente el mismo- adelante a la izquierda o atrás a la derecha.
Si no me creen, aquí va un grafico



Es cierto, no sirve para nada.

de juliol 30, 2009

El inventor del solo de viola

Una noche, Johnn Hammond (famoso descubridor de talentos musicales de las décadas de 1920 y 1930) le presentó a Benny Goodman a un joven guitarrista en el que tenía cifradas grandes esperanzas. Goodman le preguntó al muchacho si conocía un tema llamado Rose Room y el muchacho le respondió que sí. Estaban en el Club Victor Hugo de Beverly Hills y Goodman resolvió probarlo en vivo con ese tema. Entonces sucedió algo que cambiaría la historia de la música moderna. El joven guitarrista, un flaquito afroamericano (o sea, negro) de aspecto enfermizo presentó en público lo que se conocería posteriormente como un “solo”, es decir: una improvisación con la guitarra mientras el resto de la orquesta continuaba con el tema que se estaba interpretando. No fue un solo cualquiera, porque –según testigos de la época- esa versión de “Rose Room” duró aproximadamente 45 minutos, dejando anonadados a los afortunados asistentes al concierto.




El flaquito se llamaba Charlie Christian y fue el inventor del solo de guitarra. Ni más ni menos.
Charlie había nacido en el seno de una familia respetable de Dallas y en ambiente musical muy profundo. Su padre era guitarrista y cantante de blues y ello junto a sus estudios en la "Douglas School" contribuyó poderosamente a crear en el una amplia base musical. Sus influencia primarias fueron músicos de jazz de visita a su ciudad natal, y sobre todo de Lester Young quien inició una verdadera revolución musical en los ambientes musicales de la comunidad negra.
Durante su adolescencia, Charlie se especializó en la guitarra acústica, hasta que en 1937 conoció a Eddie Durham, quien fue el primer músico que utilizó una guitarra amplificada eléctricamente en una banda de jazz. Desde entonces, Charlie y la guitarra eléctrica no se separarían más, convirtiéndose en el más destacado, innovador, audaz y revolucionario músico de jazz de su época.
Sin embargo, no fue mucho el tiempo de su apogeo, porque una tuberculosis contraída en la infancia (motivo de su aspecto enfermizo) terminó con él cuando tenía 25 años.



Benny Goodman y Charlie Christian


Su legado, además de algunas grabaciones con su propia banda y otras con destacados músicos de la época (el ya mencionado Benny Goodman, Charly Parker, Thelonius Monk y Dizzy Gillespy, entre otros), es el solo de viola, ese que nos emociona en los dedos de guitarristas de las más diversas extracciones. Hoy por hoy, Keith Richards, Ritchie Blackmore, Yngwie Malmsteen, Jimmy Page, Lolo de Miranda e inclusive Tino, la Guitarra Mapuche, tienen un santo a quién prenderle una vela. Porque si no, capaz que tendrían que estar cavando zanjas .



Guitarra L-5C Charlie Christian, edición limitada que en 1968 Gibson sacó en homenaje al guitarrista

¿Un Pacman en el Savoy? Charlie Christian playing “Stompin' At The Savoy”

de juliol 24, 2009

Fogón de viernes - Producción propia

Una noche de verano en Escuela Presidente Roca, como dice González Tuñón.. "un trozo de asado, una amistad tranquila, la mesa clara, el perro, el buen hablar"... y también este personaje, cuyo nombre no recuerdo, pero que estaba como quería

de juliol 17, 2009

Fogón de viernes... el regreso

A ver, dejen que cante el Jefe, que por fin trajo una mina

Bruce Springsteen & Melissa Etheridge Thunder Road

de juliol 11, 2009

Estás igual! VII

Luego de la separación de Creedence Clearwater Revival, John Fogerty emprendió -previsiblemente- una carrera solista, en la que siguió (sigue) acumulando grandes canciones, como por ejemplo

The Old Man Down The Road - John Fogerty



Pero al escucharla, muchos dijeron "esto me parece conocido, pero ¿de quién carajo será?". Grande fue la sorpresa de esos muchos cuando comprobaron que John Fogerty le había afanado el tema a... JOHN FOGERTY!!!!!
Parece que el tipo pensó que si se plagiaba a si mismo nadie lo iba a garcar. Error, apareció su discográfica anteiror y le ganó el juicio. Ay Johnny, ya no se puede confiar ni en uno mismo.


Creedence - Run Through The Jungla

de juliol 02, 2009

La tumba de la fertilidad



La imagen de la tumba de Victor Noir es mucho más conocida que su habitante. En muchísimas oportunidades hemos visto la foto y los más afortunados han podido apreciarla en vivo y en directo, en el parisino cementerio de Père-Lachaise, el más famoso del mundo y en el que cientos de celebridades y ricachones han sido prolijamente deborados por los gusanos. La lista es larguísima y está integrada por músicos, escritores, políticos, mediums, gente que tenía guita, curas, bailarinas y más gente que tenía guita.
Algunos nombres de personalidades que descansan en el Père-Lachaise son Apollinaire, Balzac, Bizet, Chopìn, Isadora Duncan, Gay-Lussac (ese es el apellido, como Prat-Gay, no es que haya sido gay… es Gay ¿Se entiende?), Moliere, Jim Morrison, Iyes Montand, Proust, Rossini y Oscar Wilde. ¡Qué vecindario! Lastima que están todos muertos.
Pues bien, entre todas estas celebrities yace para siempre Victor Noir, cuyo verdadero nombre era Yvan Salmon, y que era un periodista del períodico republicano “La Marseillaise”, y que en 1870 fue asesinado por Pierre Bonaparte, sobrino de Napoleón III, quien por entonces gobernaba Francia con mano de hierro.
El Director de La Marseillaise era Pascal Grousset, un periodista, escritor y político de extrema izquierda y que desde las páginas del periódico atacaba sin piedad al gobierno de Napoleón III. Y al parecer, a toda la familia, ya que Pierre Bonaparte, no obstante ser un diputado de izquierda y –por ende- opositor a su propio tío, se consideró ofendido por un artículo del períodico y retó a duelo a su director.
En calidad de padrino, Victor Noir se entrevistó con Pierre y al parecer, la conversación tornó en discusión y de allí pasó a la agresión física. En determinado momento, Noir levantó su bastón y Bonaparte desenfundó y lo liquidó de un tiro. Cuentan las crónicas -para hacer más dramática la cosa- que Noir iba a contraer matrimonio al día siguiente.


Pierre Bonaparte le mete plomo a Victor Noir, según un grabado de la época

Si bien las autoridades quisieron mantener este hecho con la mayor reserva posible, se calcula que unas 100.000 personas fueron a las exequias del malogrado periodista.
Sobre su tumba fue depositada una escultura de Jules Dalou, quien representó al occiso (¡que palabra!) como habría quedado al caer fulminado: con las ropas y el cabello desarreglado, la galera a un costado del cuerpo y… una inocultable erección en su entrepierna.
En algún momento de la historia comenzó a correr el rumor de que las mujeres que tenían problemas para concebir, debían frotar el miembro de Victor Noir (el de bronce, obviamente) para poder quedar embarazadas (obviamente después debían hacer algunas cosas más). A partir de entonces, una interminable sucesión de manos, labios, lenguas y vaya a saber que otros sectores de la anatomía femenina, fueron desfilando no solo por la entrepierna del periodista, sino también por su boca, su nariz (servicio completo, que le dicen) e inclusive las puntas de sus botas (no, si París está lleno de viciosas), hasta lograr una decoloración que más de uno envidia.
Durante varios años, el monumento mortuorio estuvo enrejado para evitar actos reñidos con la moral y las buenas costumbres, ya que mujeres de todas las edades se montaban sobre la estatua para quedar embarazadas (y al parecer varias querían que el padre fuera la propia estatua); pero con el tiempo las autoridades se dieron cuenta de era inútil e incluso peligroso, ya que algunas personas sufrieron heridas al intentar sortear la valla para cumplir con el rito que les daría fertilidad.
En la actualidad, la tumba de Victor Noir es una de las más visitadas del cementerio Père-Lachaise, y no solamente mujeres en busca de la maternidad se animan a sobar el bulto (perdón por crudo de mi lenguaje), sino que todo turista bien nacido se saca una foto haciendo la caricia de rigor, aunque después no se la muestren a nadie, como alguno que yo conozco.





No pude averiguar si hay peli, pero la verdad es que no entiendo que hacen los guionistas franceses. ¡Está buenísima la historia! En el papel de Pascal Grousset propongo a Gerard Depardieu (una película francesa sin el gordo casi que no existe), y como Victor debería estar Rocco Siffredi, a juzgar por el zodape.

A continuación, reproduzco una nota aparecida en Página 12, en la que el relato de la cronista alcanza momentos verdaderamente calientes

El muerto caliente
Por María Moreno

Con la melena ensortijada como si hubiera sido revuelta por alguna mano, la galera volcada, los labios y bragueta entreabiertos, la estatua de Victor Noir (née Ivan Salmon) descansa y no descansa. Una erección palpable a la altura del pantalón ha provocado la calentura de algunos paseantes y Victor Noir, periodista de La Marseillese, asesinado a los 22 años por Pedro Bonaparte, es hoy sistemáticamente sobado a través de su monumento donde el bronce se ha oscurecido en la entrepierna, adquiriendo al aspecto de un derramado seminal producto de la polución nocturna o de una fellatio de apuro. El escultor Jules Dalou, sin duda, ha sido un transgresor: primero por hacer un monumento funerario que representa al muerto acostado en una pose forense que pretende hacer una réplica demasiado viva. Yo sabía de las erecciones de los ahorcados, pero no de los heridos de bala. O bien el bueno de Dalou, como el joven Salmón fue muerto un día antes de su boda, quiso dar a la que no llegó a ser su viuda la imagen libidinosa que ella no pudo gozar como casada. Las buenas conciencias han hecho de Victor Noir un mito femenino. Lamerlo “ahí” o montarlo con la audacia que exige eludir a los guardianes, garantizaría la fertilidad. De vez en cuando, sobre la bragueta abultada y corroída, aparece, paradojal y sorpresivo, un escarpín celeste o rosa. Pero la insistente mención de Victor en las páginas gay de Internet, muestra que el mito ha sido expropiado y adaptado: tocar íntimamente la estatua de Victor Noir responde a una superstición más gratuita y placentera que la de garantizar la fecundidad: hacer feliz el sexo bucal con amigo o desconocido, ya sea en el cementerio mismo, como en el yire. “Toda degradación, por medio de grafittis, tocamientos indecentes u otros medios puede ser perseguida”, dice un cartelito. Pero yo no sé francés. Mi amigo Karl me toma una fotografía mientras practico cívicamente el ritual y, si en ella mi mano aparece ligeramente corrida, es porque la estatua de Victor Noir calza largamente hacia la izquierda. Jamás contacto similar, pero en vivo me dejó la mano tan fría. La guardo en el bolsillo, ligeramente avergonzada por mi falta de imaginación. Arriba las nubes parecen venir hacia nosotros.

de juny 26, 2009

Con un solo laburo no alcanza

Ok, hay que parar la olla. La Negra Poli tiene gastos y todo eso, pero... que se yo, tal vez algo más relacionado con lo suyo hubiera estado mejor. En fin, se hace lo que se puede

de juny 23, 2009

¡Estás igual! VI

Este es otro lindo tema de Oasis. Los pibes inclusive contrataron un conjunto de cuerdas para darle más nivel a la canción.

Oasis - Whatever



Pero al parecer, los hermanitos Gallagher habían visto “Monty Python and the Holy Grial” y les quedó una melodía. Que se yo, uno no se puede andar acordando de todo lo que escucha.

Monty Python - How Sweet to be an Idiot

de juny 19, 2009

Viernes... fogón

Estos dos se odian... ni se miran... ¡pero qué carajo importa!

Pink Floyd - Wish you were here

de juny 14, 2009

Joe Hill, cantante de protesta



Joe Hill no se llamaba Joe Hill. Su verdadero nombre era Joel Emmanuel Hägglund
Hägglund emigró de Suecia a Estados Unidos en 1902 y afortunadamente allí adoptó el nombre por el que se lo conoció desde entonces y que utilizaremos de ahora en más.
Muchos en este momento se estarán preguntando quién joraca era Joe Hill. Muchos más, en este momento, estarán manteniendo relaciones sexuales, por lo cual es muy probable que hayan apagado la computadora. Ok. Que se jodan todos.
Este sueco devenido en norteamericano era cantante, y músico, y compositor, y poeta. Por ese motivo, y para poder parar la olla, también trabajaba en la construcción, el ferrocarril y en todo lo que le significara ganarse un mango.
Pero además, Joe Hill era un activista sindical y –fundamentalmente- fue el primer cantante de protesta del que se tengan noticias.
Hay que decir que los primeros años del siglo pasado no eran buena época para los cantantes de protesta. La industria discográfica estaba en pañales y la única forma de difundir su mensaje era cantar en asambleas sindicales y en los barrios obreros de los estados unidos.
Muchas veces, Hill tomaba canciones populares e incluía en ellas las consignas. De este modo se lograba que los estribillos fueran memorizados rápidamente por la gente. Algo que hoy en día hacen casi todas las hinchadas del fútbol argentino, con objetivos menos importantes y un léxico más limitado (actualmente se limitan a las palabras aguante, botón y trapos).
Lo cierto es que el tipo empezó a ponerse molesto, organizando huelgas, reclamando mejoras salariales y buenas condiciones laborales y todas esas cosas que le rompen las pelotas a los patrones. Y su actividad no se redujo al territorio de Estados Unidos. Existen documentos que en 1911 lo ubican en México, luchando contra la dictadura de Porfirio Díaz.
Por esto, Joe dejó de conseguir laburo y un buen día es acusado de cometer un crimen en Salt Lake City, con algunas pruebas que muchos consideraron inconsistentes e insuficientes. Como corresponde a un país civilizado, es juzgado y condenado Así funcionan las instituciones, hijo.
Y la condena resultó un poco jodida, aunque el juez, en un acto de humanismo ejemplar, le permitió elegir si prefería ser ahorcado o fusilado. Eligió las balas, que lo agujerearon el 19 de noviembre de 1915.
Una historia redondita. Activista sindical, poeta y cantante, acusado, condenado y ejecutado por un crimen que no cometió. La película se estrenó en 1970 y la dirigió Bo Widerberg -que era sueco.como Joe- y no la pude conseguir por ningún lado.
Al enterarse de su condena, Hills le envió a un compañero de militancia el siguiente mensaje: Muero como un verdadero rebelde. No pierdas el tiempo con el luto. Organiza!
Desde entonces, Joan Baez, Bob Dylan, Serrat, Miguel Cantilo, Atahualpa Yupanqui, Georges Brassens, Jacques Brel y los Quilapayún, entre otros, tienen un santo a quién prenderle una vela. Y nosotros también.


La canción de Earl Robinson y Alfred Hayes, interpretada por Joan Báez



Poema - testamento

¿Mi cuerpo? Ah, si pudiera elegir,
Lo reduciría a cenizas
Y dejaría a las alegres brisas
soplar mi polvo hasta donde algunas flores mustias crecen.
Quizás algunas flores mustias, entonces
vuelvan a la vida y florezcan otra vez.
Esta es mi última y final voluntad.
Buena suerte para ustedes

3 ejemplos de canciones de protesta veráculas

Piero - Para el pueblo lo que es del pueblo



Pedro y Pablo - Marcha de la bronca



Hermética - Cambalache

de juny 12, 2009

Fogón de viernes

El barba es (era) un grade, grande, grande

Jorge Cafrune - El orejano

Tutú nuevo
















Y sí. Toy chocho, chocho, chocho...

de juny 05, 2009

Viernes de fogón de viernes

Acá no están pintados como travesaños del Mercado Norte. Da igual.

Kiss - Rock and roll all nite

de juny 01, 2009

Hay un Cordobazo en la mochila de Piñón

Ayer, La Voz del Interior dedicó su Suplemento "Temas" al Cordobazo. Más allá de una tapa que para mí es bastante chota (hace rato que los diseñadores del diario están empeñados en demostrar que son artistas re cools y hacen una cagada detrás de otra)...



...la verdad es que a mí estas cosas me gustan mucho, especialmente de una época de nuestra historia que me parece muy interesante y que todavía no logro entender del todo (bah, del nada).
Hasta acá todo muy rico, pero... hacía falta esto?





O sea, Piñón Fijo es una de las razones por las cuales me gustaría tener 5 años, todo bien con él, pero... ¡¡¡Piñón Fijo!!! ¿En qué carajo estaba pensando el encargado del suplemento?
"Y en eso Agustín Tosco tomo el megáfono y dijo a la masa obrera: ¡¡¡¡HOLAAAAA CHICOOOOOSSS!!!, y los muchachos de la Kaiser ingresaban al centro de la ciudad cantando 'con las alitas arriba, con las alitas abajo'"

de maig 28, 2009

Fogón del viernes (o viernes de fogón, que viene a ser lo mismo)

Una poca de rumba, que siempre alegra el alma
Kilo Veneno / Raimundo Amador - Los Managers

de maig 27, 2009

Abbie Hoffman o el hippismo activista




La guerra de Vietnam dio un fuerte empuje a diversos sectores de la vida norteamericana. Los fabricantes de ataúdes estuvieron de parabienes por la gran cantidad de soldados muertos que llegaban a los puertos de la costa Oeste. Los productores de napalm descorchaban champagne cada vez que la aviación yanqui achicharraba aldeas de amarillos. La industria armamentista creció de manera impresionante. Y los hippies se hicieron conocidos mundialmente.
Este movimiento, más allá de toda la iconografía posterior, fue uno de los principales activistas en contra de esa guerra.
Manifestaciones, quema pública de las cédulas y convocatorias al servicio militar, recitales, vida en comunidad, sexo libre y otros desplantes, pusieron al hippismo en boca de todos.
Poco a poco comenzaron a ser vistos como algo más que un grupo de vagos, sucios y drogadictos. Sus intervenciones eran cada vez más importantes y esa importancia también se medía en la cantidad de policías que iban a cagarlos a palos en las manifestaciones -cada vez más multitudinarias- que realizaban en las principales ciudades de Estados Unidos.
Uno de los más destacados y activos militantes del pacifismo hippie por aquellos años fue Abbot Howard Hoffman, “Abbie” para los amigos (y también los enemigos).
Nacido en Worcester, Massachussets, Abbie Hoffman introdujo nuevas tácticas de protesta, que incluían acciones con gran contenido teatral y humorístico que provocaron una gran repercusión en los medios de prensa de la época.
Asimismo, estas formas de protesta pacífica pero con un gran contenido crítico a la situación sociopolítica de los Estados Unidos, provocó reacciones cada vez más violentas por parte de la policía, del FBI y de la CIA, que convirtieron a Hoffman en uno de los principales enemigos públicos.
Abbie Hoffman fue militante desde la secundaria. Participó en diversos movimientos pacifistas hasta fundar el partido internacional de la juventud (conocidos como yippies por sus siglas en inglés).
De unos pocos melenudos, pasaron a ser muchos melenudos y después un montón de melenudos, para convertirse finalmente en muchos más melenudos de lo que se podía soportar por aquellos tiempos.
Pero a pesar de su militancia pacifista, su foja de servicios está salpicada de hechos violentos, los que no propició, pero en los que se vio envuelto. Las acciones de Hoffman y sus amiguetes provocaron gran repercusión en los medios de prensa y enorme preocupación en los círculos de poder.
No era para menos. El muchacho convocaba multitudes con propuestas desopilantes.
Como por ejemplo la masiva manifestación en la que más de 50 mil personas intentaron hacer levitar el edificio del Pentágono usando energía psíquica hasta el punto que se pusiera naranja y comenzara a vibrar; momento en que terminaría la guerra.
No, no lo consiguieron. Era una joda. Pero la broma convocó a mucha gente y eso hizo que se le frunciera el culito a más de un habitué de los círculos de poder que mandaban chicos a morir en una selva lejana y desconocida.
En otra oportunidad, Abbie y sus chicos fueron a la Bolsa de Valores de Nueva York y arrojaron billetes falsos, logrando que los corredores de bolsa literalmente se cagaran a trompadas por esos dólares. También anunció que la mejor forma de ponerse de la cabeza era mandándose un plátano por vía rectal, recomendando a los científicos de la CIA que lo probaran. Y uno se lo imagina a Abbie diciendo esto con la misma expresión que ponía el Negro Olmedo cuando decía “eu no conoce Rosario”.
Un ámbito que Abbie Hoffman recorrió en muchas ocasiones fue el de los tribunales, porque llegó un momento que lo procesaban hasta cuando iba a comprar bizcochos de grasa. En el 68, durante la Convención Demócrata de Chicago, Hoffman propuso a un cerdo para la presidencia. Las manifestaciones en apoyo al chochán fueron multitudinarias y prolijamente reprimidas por la policía. En esa oportunidad Abbie terminó -una vez más- ante su Señoría., esta vez acompañado por seis camaradas con los que conformaron un combo que fue conocido como “Los Siete de Chicago”. Porque eran siete y estaban en Chicago. Si, a veces es impresionante la capacidad que tiene la prensa de crear figuras literarias de altísimo vuelo.
Pero volvamos a la corte. El juicio alcanzó características de desopilante. El juez se llamaba Julios Hoffman (aunque no tenía ningún parentesco con nuestro héroe) y Abbie lo agarró para la joda todo el proceso, además de lanzarle durísimos ataques y acusaciones cada vez que tenía la posibilidad de hacer uso de la palabra. Llegó a decirle que (el Juez) era “una vergüenza para la raza judía”. En aquella oportunidad, Hoffman y cuatro de sus compañeros fueron sentenciados a cinco años de prisión, pero en la apelación la condena fue revocada.
Durante el festival de Woodstock –el del 69, o sea el único que hubo, porque el otro que hicieron… no jodan!- se mandó al escenario cuando tocaban los Who. Cuando iba a decir unas consignas, vino Pete Towshend y lo hechó de mala manera (y cuando digo mala, quiero decir mala). Me parece que en la película no sale (¿cómo cuál película? ¡En la que Hendrix toca el himno yanqui!), pero en youtube está el siguiente audio



Ok, la imagen es una cagada, pero lo que importa es el sonido.
Según Hoffman, en su autobiografía, el incidente aconteció como sigue: "Si alguna vez escuchas algo sobre mí en conexión con el festival, no fue por tocar Florence Nightingale para los hippies. Lo que escuchaste fue lo siguiente: 'Oh, ése, sí, ¿el que cogió el micrófono, intentó dar un discurso cuando Peter Townshend le partió la cabeza con su guitarra? He encontrado un sinnúmero de referencias al incidente, incluso un colosal mural de la escena. Lo que no he podido encontrar es una sola foto del incidente. ¿Por qué? porque en realidad no ocurrió. Yo tomé el micrófono, y di una corta charla acerca de John Sinclair, que acababa de ser sentenciado a 10 años en la Penitenciaría del Estado de Michigan por dar dos porros de hierba a dos policías secretos, y cómo deberíamos tener la entereza que mantuvimos en la casa Woodstock para liberar a nuestros hermanos y hermanas de la cárcel. Algo así. Townshend, que había estado afinando, se dió la vuelta y chocó conmigo. No fue un incidente en realidad. Cientos de fotos y miles de películas existen representando ese escenario, pero no hay ninguna foto de la tan comentada escena."
Por su parte, Townshend ha dicho no recordar claramente el incidente (aparte de sordera, sufre Alzheimer), pero que de haber ocurrido seguramente le hubiera roto la cabeza con su guitarra.
Poco después, la policía irrumpió en su oficina y casualmente encontró un paquetazo de merca. Hoffman dijo que todo había sido montado por los servicios de inteligencia para sacarlo del medio. Todos dicen lo mismo: ¡Me la pusieron, me la pusieron!
A raíz de ese “malentendido”, Abbie estuvo prófugo hasta el 80, cuando se entregó y purgó un año adentro y nada más. Luego continuó siendo un influyente periodista radical, pero como él mismo dijo “Los años '60 han terminado, la droga nunca será tan barata, el sexo nunca será tan libre, y el rock and roll nunca tan bueno”
Tal vez le haya pifiado en todo, pero la frase está buena.
Pero toda buena historia merece también un triste final. Y Habbot Howard Hoffman -que sufría desorden bipolar, como la Cristina- lo consiguió gracias a 150 pastillitas de colores que permitieron que fuera encontrado muerto el 12 de abril, en 1989 a la edad de 52 años. Su nota de suicidio decía, "Es demasiado tarde. No podemos ganar. Se han hecho demasiado poderosos".
La película (¿acaso dudabas que se hubiera filmado una?) se llama “Roba este filme” y si te la bajás tratá de conseguir una que no esté doblada en España. Es horrible ver a un hippie diciendo “sois todos unos pringaos”.


Edición de la Revista People en ocasión del fallecimiento de Abbie Hoffman



ROBA ESTE LIBRO



En los años 70, uno de los libros más vendidos fue, paradójicamente, por su título, Steal this book (Roba este libro). La obra donde Abbie Hoffman explicaba pormenorizadamente distintas maneras de sobrevivir “de arriba”, o sea, “de garrón” en el sistema (y fuera de él). Nos relataba, por ejemplo, distintas maneras de conseguir comida, identificaciones de todo tipo, libros, viajes, ropa, etc. gratuitamente o a muy bajo coste. El libro no se paraba ahí, era todo un manifiesto sobre la sociedad libre que imaginaba el autor. Por ello, había partes del libro dedicadas a las guerrillas urbanas, las armas o la difusión de idas (con ejemplos prácticos de cómo montar una emisora pirata o publicar panfletos).
La fecha de publicación del libro, 1971, nos indica que muchos de los temas tratados en el mismo están anticuados. Aunque la ideología subyacente aún pervive de muchas maneras. En la red, hay un proyecto llamado Steal this Wiki. En él se pretende seguir con el espíritu del libro original, adaptándola a las herramientas de colaboración actuales.
Desgraciadamente no hay versión en castellano (ni del sitio ni del libro de Hoffman), aunque abundan en la red las guías de supervivencia para el mundo moderno, como, por ejemplo, sindinero.org, web que recopila recursos gratuitos dentro y fuera de la red, o el rincondelvago.com, la web clásica de búsqueda de apuntes, exámenes y trabajos de clase por excelencia. De esto último se podría inferir que el Juez Diego Estevez es un hippie bárbaro (para los que no entiendan, lean esto).
(Reseña del libro extraida de aquí con algunos agregados míos)

de maig 19, 2009

Estás igual! V

Cualquiera que haya tomado tres clases de guitarra la tocó en los fogones. También las cantábamos con letras “picarescas” (“en mi casa me dicen el indecente, porque tengo muchachas de 15 a 20” cantábamos… éramos tan pelotudos). Después fuimos a ver la peli y también cantábamos en el cine
Ritchie Valens - La Bamba



Pero lo cierto es que la cosa venía de antes. Todos nos acordamos de la versión de los Beatles, pero vamos a ver a los autores originales, aunque en una versión de hace bastante poco. Elegí este video porque las morochas que bailan y hacen coros están para partirlas en ocho como a una pizza.

Isley Brothers Live - Twist and Shout

de maig 15, 2009

Fogón de viernes

Creo que este gringuito sabe con la viola. Lástima que le gusten los aviones...

Stevie Ray Vaughan - Pride and Joy

de maig 12, 2009

La carrera

La verdad es que no sé si creerle a mi tío Mario cuando me cuenta las hazañas automovilísticas de su tío Sofiatto. Lo que pasa es que el hermano de mi vieja lo admiraba mucho y a veces exagera un poco. Pero sin lugar a dudas resulta entretenido recordar las andanzas de un tipo que fue un verdadero fuera de serie. Dandy, playboy, fachero, timbero y aventurero. Las otras tías -cuenta Mario- lo criticaban permantemente, se escandalizaban por sus "hazañas", pero en realidad era imposible no quererlo. Era un ganador nato, aún cuando la mayoría de sus fabulosos negocios terminaran en rotundos fracasos. Aún cuando la justicia lo hubiera convocado en más de una oportunidad por algunas cuentas que no estaban demasiado claras. Pero de esos entreveros, él siempre salía airoso, bien peinado y sin una arruga en el traje. Nunca le faltó una testigo dispuesta a declarar a su favor. Su simpatía lo podía todo.
Y como le correspondía a un bon vivant de su época, al tío Sofiatto le apasionaba el automovilismo. Aquellas frágiles máquinas que se desplazaban a más de doscientos kilómetros por hora lo desvelaban y hablaba de ellas todo el tiempo. Consumía todo lo que estaba relacionado con ellas: libros, revistas, diarios, noticieros del cine y programas informativos de radio.
Sus ahorros dejaron de ir a la mesa de juego -donde en reconentradas noches de poker y dados perdió y ganó siempre con el mismo gesto caballeresco y cortés- para solventar la construcción de un pequeño taller adjunto a la estación de servicio de su propiedad (en pleno centro de Paraná, una mina de oro), en el que preparó un auto con el que comenzó a competir en las carreras zonales.
Y en verdad era bueno. Se impuso en algunos campeonatos y comenzó a ganarse un nombre en la provincia, que en pocos años le comenzó a quedar chica, aunque en realidad, el dinero no le alcanzaba para pegar el salto al gran automovilismo nacional.
Pero una vez más la suerte estuvo de su lado. Y esta vez no fue en el verde paño de los naipes, sino en el roble de los escritorios gubernamentales.
Sucede que el gobierno de Entre Ríos soñaba, como el tío Sofiatto, ganar las primeras planas nacionales, y encaró la organización de una gran competencia automovilística, convocando a lo más granado del deporte motor de Argentina y del extranjero. Cuando leyó la noticia en El Diario, el tío sintió que se iba a largar a llorar. En ese momento decidió que iba a participar de esa carrera, y nadie se lo iba a impedir.
Según recuerda mi tío Mario, que por aquel entonces habrá tenido siete u ocho años, Sofiatto convocó a dos o tres mecánicos que hacían algunas changas en su estación de servicio y por cinco o seis meses se aisló del mundo. Dejó el negocio en manos de mi abuelo (que a pesar de tener una personalidad totalmente opuesta no podía negarse a un pedido suyo. En realidad nadie podía) y se encerró en el taller a dar forma a su sueño. Con poco dinero (apenas lo justo), empeñando algunas pertenencias, apelando a su irresistible simpatía y a muchos contactos ganados en numerosas y largas tertulias de timba y bohemia, fue consiguiendo los elementos necesarios para construir un coche que le permitiera estar en la línea de largada. Cuando empezó no le importaba llegar a la meta cuando ya no quedara nadie, pero a medida que el coche tomaba forma, su imaginación lo iba poniendo cada vez más adelante en la clasificación.
Y así fue que, cuando realizó las primeras pruebas en el circuito del Parque Urquiza, donde se iba a llevar a cabo la competencia, se dio cuenta que en realidad los tiempos no eran tan malos, y que podría abrigar alguna esperanza de dar pelea.
Y llegó el gran día. Un domingo de julio, con un sol casi primaveral y con una multitud dirigiéndose al balneario del Club Rowing -platea preferencial para ver la largada- o aprovechando la inigualable tribuna natural brindada por las barrancas del parque. Era un día histórico. El crédito local, el tío Sofiatto, se vería las caras con lo mejor del automovilismo argentino y de distintos puntos de Europa. Los grandes nombres, Fangio, Gálvez, Marimón... todos en Paraná y entre ellos aquel personaje irresistiblemente querible, famoso por sus aventuras, por su vocación de calavera y ahora porque seguramente le iba a pegar una paliza a los copetudos que llegaban de afuera.
Más por cortesía que por méritos, las estrellas obtuvieron los puestos de preferencia en la grilla de largada, relegando al tío a una de las últimas posiciones. Pero eso no era problema, porque conocía como nadie aquellas calles empedradas y sabía de memoria todos los trucos para ganar la mayor cantidad segundos posibles en cada una de las curvas. Y los dados -una vez más- le mostraron su cara amable. En la tercera vuelta Fangio comenzó a retrasarse. Varios autos no resistieron el irregular circuito y fueron abandonando. Pero sobre todo, se notaba que el equipo del tío Sofiatto había hecho un buen trabajo y la máquina respondía bien. Vuelta tras vuelta fue ganando posiciones y se mezcló con los punteros. La multitud deliraba y rugía al paso del coche pintado totalmente de negro (la pintura la había ganado mintiendo una falta de envido con 25). Cuando restaban cuatro vueltas estaba primero y el escolta no aparecía en el espejo retrovisor. Se le daba, estaba entrando en el gran mundo del automovilismo. Sólo tenía que mantener la diferencia y cuidar el auto. En algunos minutos más simplemente debería elegir la oferta que más le conviniera. Después, Buenos Aires, los grandes premios del turismo carretera y -por qué no- Europa: Montecarlo, Le Mans...
No sabe de donde salió. No lo vio sino cuando ya lo tenía a pocos metros del paragolpes y en un acto reflejo pegó el volantazo, yendo a incrustarse en un añoso árbol ubicado a la vera de la calle Marcelo T. de Alvear. El perro no sufrió ningún daño, el tío Sofiatto algunos magullones. A la carrera la ganó un irlandés de apellido impronunciable.
Al otro día, El Diario le dedicó siete líneas elogiando su habilidad y lamentando el accidente. El resto de la página fue consagrada al ganador y a reportajes a las grandes estrellas, que nuevamente se habían alejado hasta lo inalcanzable.
No volvió a correr, aunque no perdió su habitual aire seductor. Siguió encarando negocios disparatados y gastando mazos de naipes hasta la madrugada. No volvió a hablar del gran premio que se le escapó por un cuzco que se interpuso entre él y la gloria. Pero cada vez que un perro vagabundo acertaba a cruzarse en su camino, se ponía serio y murmuraba: "perros de mierda..."

Madrugada del 20 de febrero de 1999

de maig 08, 2009

Fogón de viernes

Este está medio disfrazado de León Gieco, pero sin barbita. Escuchalo
Neil Young - Hey, hey, my, my

de maig 06, 2009

Estás igual! IV

Los chicos de Manchester siempre sorprenden con su música plagada de muy interesantes riffs de guitarra.

Oasis - Step out



Pero los hermanitos Gallagher no siempre están del todo inspirados. “Che, este tema está bueno, le metemos un poco de caña y matamos” le dijo Liam a Noel, que antes de cagarlo a trompadas una vez más le contestó “dale, total el tipo que canta es sordo y no se va a dar cuenta”,
Bueno, Setevie Wonder es ciego. Y no es pelotudo

Stevie Wonder - Uptight (Everythings Alright)

de maig 02, 2009

La maldita maquina de matar



Muchas veces los argentinos, con nuestro proverbial pesimismo, solemos decir que estamos en el culo del mundo.
Error.
El culo del mundo es, sin lugar a dudas, Kurya. Pueblecito ubicado en Siberia, región de nuestro planeta adonde todo es frío y desolación. Al lado de eso, Argentina es… no digo el ombligo o la cabeza del mundo, pero el codo, o la parte de atrás de la rodilla.
Kurya está casi en el límite con Mongolia. Loco, casi nada limita con Mongolia.
¿A qué viene todo esto? se preguntarán aquellos que desde hace ya tiempo se vienen preocupando por mi salud mental.
Bueno, sucede que en Kurya nace gente. Eso quiere decir que a pesar de estar en el único y verdadero culo del mundo, existen mujeres que quedan embarazadas, o sea que antes… ya sabemos lo que pasó.
De uno de esos momentos de pasión que extrañamente suceden en Kurya nació en 1919, un lindo bebé que fue bautizado como Михаи́л Тимофе́евич Кала́шников, Pues bien, Михаи́л no es ni más ni menos que Mijaíl Timoféyevich Kaláshnikov, o sea el papá de esa arma que muchos adolescentes eligen sin dudar cuando juegan al Counter Strike.


El Camarada Kalashnikov de jovencito

Y es que parece que el invento de Mijail, o sea la AK-47, o simplemente la Kalashnikov es lo mejor que inventó el hombre para eliminar a sus semejantes. No sé nada de armas, no es un tema que me interese. Pero a veces uno se encuentra cosas que lo dejan demudado.
Escribe Roberto Saviano en “Gomorra”:
“No existe nada en el mundo, orgánico o inorgánico, objeto metálico u elemento químico, que haya causado más muertes que el AK-47. El kaláshnikov a matado más que la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaki, que el virus del sida, que la peste bubónica, que la malaria, que todos los atentados de los fundamentalistas islámicos, que la suma de muertos de todos los terremotos que han sacudido la corteza terrestre”.
¡Eso es un currículum!


Mr. K en la actualidad

Cuando era chico me deslumbraba el Winchester que usaba Chuck Connors en “El Hombre del Rifle”, las Colt que todos llevaban en “El Gran Chaparral” y las ametralladoras Thompson de “Los Intocables”. Pero claro, por aquellos años no entraban muchas series de acción soviéticas, probablemente no hayan existido. Pero no tengo dudas que, de haberse filmado, el AK-47 hubiera sido el arma-fetiche.
La Kalashnikov es el arma más vendida en la historia de la industria armamentística y su excepcional eficiencia mató gente en todo el mundo.
Pero también es el fierro que tiene más admiradores tiene. Principalmente los izquierdistas porque era el que usaban los movimientos revolucionarios y/o guerrilleros que eran auspiciados y provistos por la URSS. A tal punto es la cosa que hay dos AK-47 en el escudo de Mozambique. Allí donde muchos países ponen aguilas, laureles y soles, este país africano puso la imagen de dos de estos sub fusiles soviéticos.
Canciones, merchandising, grupos punkies, vodka y muchas cosas más hoy están relacionadas con la Kalashnikov, que a pesar del progreso de la industria armamentística, sigue siendo el best seller en el rubro. Volvamos a Saviano para ver por qué:
“El AK-47 es un arma capaz de disparar en las condiciones más adversas, está lista para disparar aunque esté llena de tierra o empapada de agua, es cómoda de empuñar, tiene un gatillo tan suave que hasta un niño puede apretarlo. La fortuna, el error, la imprecisión: todos los elementos que permiten salvar la vida en los enfrentamientos parecen quedar eliminados por la certeza del AK-47”. Y agrega: “El mantenimiento y el montaje son tan sencillos que los muchachos de la antigua Unión Soviética lo aprendían en los pupitres de la Escuela, en presencia de un responsable militar, en un tiempo medio de dos minutos”
¡Chúpense esta, Smith & Wesson!


Chicas con Kalashnikov, para volarle los ratones a varios

Bueno, basta de sangre. La próxima va a ser algo más hippie.

Para terminar, algo de música relacionada con la AK-47

Goran Bregovic - Kalashnikov


Kalashnikov - Peace is dead


Kalashnikov - Tianamen


Núcleo Terco - Mi Kalashnikov


Camarada Kalashnikov - Tirano Saura

de maig 01, 2009

Fogón de viernes

Pasale la viola al morocho ese que parece que algo sabe

Jimi Hendrix - Hound dog

d’abril 28, 2009

Estás igual! III

Con este tema, George Harrison le daba el gran impulso a su carrera post Beatles. Un tema que expresa en gran medida sus inquietudes espirituales, casi místicas.

My sweet Lord



Pero al parecer, la inspiración no siempre es divina. O tal vez sea cierto aquellos de que los caminos del Señor son sinuosos, extraños y sorprendentes.

The Chiffons - He's So Fine

d’abril 26, 2009

Ventajas adicionales!!



Digo yo… a la mina la llevaste a cenar, o al cine, o a un boliche. Muy rata gastaste 100 mangos. No tengo ni puta idea de cuanto cuesta el turno, pero debe ser otro Roca por debajo ‘e las patas…
¿Te vas a hacer drama por los dos mangos que cuesta el peaje.?

Otro punto, si ahora tienen “MÁS PRIVACIDAD ABSOLUTA”, ¿cómo era la cosa con “MENOS” privacidad absoluta? ¿Las mucamas aplaudían?

d’abril 24, 2009

Viernes de fogón

De ahora en más, los días viernes vamos a tratar de juntar unos troncos, armar una fogata y, principalmente, invitar a alguien que sepa tocar la viola.
Y si en un fogón no se toca Confesiones de invierno, es porque en realidad no hubo ningún fogón.

Sui Generis - Confesiones de invierno

d’abril 16, 2009

Ahora que todos en el fobal hablan de códigos

José Omar Pastoriza era una persona que encarnaba, dentro del mundillo del fútbol vernáculo, el concepto de “hombre de códigos”. El “Pato” era todo un personaje que sintetizaba en sí mismo lo mejor y lo peor del folklore futbolero. Extrañamente, nunca le escuché -o leí- hacer aspaviento de los códigos. No decía “yo tengo códigos”. Los aplicaba. Buenos y malos.
Antes de continuar, es necesario ponernos de acuerdo respecto de qué quiere decir cuando un futbolista (o director técnico, o periodista deportivo, o hincha) habla de “código”.
De las ocho acepciones que me muestra la versión on line del Diccionario de la Real Academia Española, me parece que las que más se acercan son la tercera (Cifra para formular y comprender mensajes secretos) y la séptima (Conjunto de reglas o preceptos sobre cualquier materia). Aún así, ambas definiciones son insuficientes, porque en realidad nadie sabe muy bien dónde comienza ni dónde acaba el concepto que cada jugador de fútbol le da.
Pero volviendo a Pastoriza, a quien pude tratar cuando fue entrenador de Talleres, el tipo -como ya dije- no hablaba de códigos, sino que los ponía en práctica, ya fuera a favor o en contra.
Dos ejemplos:
Las cosas no venían bien en su penúltimo paso por la “T” (allá por el 93), y los dirigentes buscaban cesantearlo (o sea, echarlo). Pero para eso había que garparle todo el contrato. A pesar de la embestida dirigencial, de los insultos de la hinchada y todo eso, el tipo no se inmutaba. Simplemente decía: “si quieren que me vaya, me voy. Pero no aparece lo que tiene que aparecer”, o sea, la tutuca. Estaba en el contrato y lo defendió a capa y espada. Y al final se salió con la suya. Y creo que tenía razón. Ningún contrato contiene cláusulas del tipo “si el técnico pierde tres partidos se tiene que ir”.
Otro de los ejemplos ocurrió cuando era técnico de Boca (temporada 88/89). Tras una dura derrota en Córdoba (me parece que fue contra Racing), al final del encuentro el Pato criticó duramente a sus jugadores en medios radiales. Los jugadores se quejaron y el tipo -reconociendo su error y advirtiendo que eso le había quitado autoridad sobre el plantel- se fue solito. Aplicaba sus códigos aún cuando no le convenía. No era una cuestión de conveniencia.
Quiero decir: No sirve de nada decir “yo tengo códigos”, como quien dice “yo tengo una freidora industrial”, pero no haberla usado jamás.
Debo reconocer que me cae bastante mal esta cosa de los códigos futboleros de los que todos hablan y nadie codifica. Ningún jugador dice que los códigos incluyen “ir para atrás” para rajar a un DT. Jamás hablan de los innumerables actos de discriminación que se dan en todos los planteles, con los pendejos, con los nuevos, con los que tienen menos cartel, con los que ganan menos. Siempre minimizan el hecho de darle guita a los barrabravas para que no los puteén, o no los aprieten. Pero se ofenden mortalmente si los critican porque juegan mal.
Y esta tendencia se va acentuando con el paso del tiempo. En la actualidad hay un privilegiado círculo de jóvenes millonarios que se sienten insultados por cualquier comentario “negativo”. En algunos casos, parecería que el problema es que la mamá se siente mal cuando escucha esos comentarios en la verdulería, y vuelven a casa con el Jesús en la boca, diciendo: “¡Hay, Romancito, ¿por qué no jugás 15 metros más adelante?”
Muchachos, déjense de joder. Cobran fortunas por algo que la mayoría paga por hacer. Jueguen a la pelota que eso es lo que se supone que saben y en realidad es lo único que nos interesa. Cuando empezamos a hablar de los gatos que se transan, de los boliches adonde van, del auto que se compraron, es porque están dando asco. No sean giles, no maten a la gallina de los huevos de oro. Podrán pasarse todo el resto de sus vidas sin laburar porque durante un breve lapso de tiempo se la pasaron jugando a la pelota. Los fanáticos no les deben nada a ustedes. Son privilegiados que asumen pose de gente sacrificada. No son dioses, ni D1OS, ni ninguna de esas huevadas.
Bueno. Ya está.

d’abril 10, 2009

Estás igual II

Al Bano es un cantante italiano que tuvo su momento de gloria allá por los 60 y los 70. De la estirpe de los románticos tanos que tanto hicieron mojar bombachas por ese entonces.

Al Bano & Romina Power - I Cigni Di Balakà
(vale aclarar que si bien esta versión es de 1987, el tema fue compuesto y grabado muuucho antes)



Michael Jackson es… bueno, todos sabemos lo que es. Pero… además de pederasta, ¿choro? Eso es inadmisible.

Michael Jackson - Will You Be There

d’abril 05, 2009

Chapa y pintura

Publicado en La Voz del Interior de hoy.
¿Hacía falta que diagramaran así la página?



Reflexión al margen y malintencionada: Si algo necesita ser reparado es porque está roto

d’abril 04, 2009

Un sector del universo

Resultaría particularmente complicado relatar la vida de Natalio Contemponi. Ni siquiera apelando a su diario personal se podría facilitar la tarea del lector con respecto a las peculiaridades que encierra el paso de este hombre por el mundo.
¿Qué hizo Natalio Contemponi? ¿Cuál fue su aporte a la nación o al bienestar de la sociedad? ¿Se trata de un estadista injustamente olvidado por la historia? ¿O habrá sido un científico que pasó toda su vida en la oscuridad por vaya a saber que turbios intereses económicos de algunos laboratorios líderes?
Tranquilícese, estimado amigo. Aquí no encontrará grandilocuentes denuncias por corrupciones que desterraron en el ostracismo a una persona valiosa.
Natalio Contemponi, a lo largo de más de siete (tal vez ocho) décadas de existencia no hizo absolutamente nada. O más bien, no pudo hacer nada, aunque lo hubiera querido. Ahora que ha nacido, puedo divulgar el momento en que tomé contacto con su particular sin afectarlo. Porque él nunca podrá leer esta monografía.
Simplemente voy a referir que recibí su diario a mediados de 1998. Era invierno y recuerdo que se estaba jugando el Mundial de fútbol de Francia. Yo estaba en el bar Castelar, alargando un carajillo aburriéndome con un Francia - Sudáfrica que invitaba a salir a caminar por el gris de la tarde. Estaba por llamar al mozo cuando un pibe que comúnmente vendía estampitas se acercó a mi mesa, dejó una especie de libro o agenda muy desgastado en mi mesa y me dijo que un señor en la vereda de enfrente me mandaba eso. Miré por la ventana y un tipo de piloto y anteojos oscuros; morocho y con una incipiente calvicie; de un metro ochenta aproximadamente, me sonreía y mostraba su pulgar levantado, subía a un taxi y desaparecía para siempre.
El rostro, a pesar de los anteojos (o tal vez por ello) me parecía conocido, tal vez de la época de Policiales en el diario Los Principios. cuando vino el mozo cambié de opinión y pedí otro carajillo mientras comenzaba a hojear lo que rápidamente descubrí que era el diario personal de un sujeto llamado Natalio Contemponi. En la primera página, además de su nombre, figuraba una breve explicación, redactada con fatigosa caligrafía, de los motivos que lo motivaron a llevar ese diario. Esas pocas palabras abrían la puerta a una vida que se adivinaba fascinante.
“Debo tener alrededor de 20 años. No estoy seguro porque no conozco mi fecha de nacimiento, ni a mis padres, ni a ningún pariente. Mi vida -o forma de vivir- tiene una particularidad que ni yo mismo entiendo, pero tal vez alguien -en un sector del universo- la pueda explicar alguna vez: el tiempo para mí transcurre al revés. ¿Cómo explicarlo? No es que, por ejemplo, empiezo a escribir esto a una hora determinada y termino una hora antes. Es la sucesión de días la que avanza en sentido inverso (o sea, retrocede). Es decir, hoy es 23 de octubre de 1975. Para todo el mundo, mañana será 24 de octubre, pero para mí será 22. No he podido descubrir en qué momento se produce el cambio, pero ocurre, aún cuando…”
A partir de allí, el texto de esa página había sufrido los efectos de algo que podría ser café con leche o un tipo indefinido de sopa.
Terminé el segundo carajillo y pedí un whisky. La cosa se ponía muy interesante. En la página siguiente, Contemponi explicaba que había aprendido a leer y escribir en forma autodidacta y con muchísima dificultad, ya que por su curioso problema no pudo asistir nunca a una escuela. No mencionaba cuándo ni por qué había adoptado su nombre, o quién se lo había dado.
La sucesión de páginas iba demostrando que el interés inicial del sujeto por encontrar el motivo y, tal vez, una cura del problema, iba decreciendo. Es más, con el correr de los meses las anotaciones dejaron de ser diarias y perdieron todo tipo de periodicidad. Del 15 de enero de 1974 pasaba al 23 de septiembre del 73 y de allí saltaba al 3 de marzo de ese año. De todos modos, el interés por hallar algo, un signo, un dato, un comentario que brindara alguna respuesta me mantuvo firme en la lectura. A cada decepción seguiía una renovada curiosidad por el futuro (o sea, el pasado).
Se había hecho de noche y pedí un lomito y una cerveza. Mientras comía continué investigando el documento. Algunas gotas de mayonesa se fueron a unir a lo que indudablemente era una mancha de te en el 30 de junio de 1971.
Pedí otra cerveza y continué avanzando (es decir, retrocediendo) en el tiempo. La revelación se hacía desear, pero yo estaba seguro que finalmente la encontraría.
Al llegar a los últimos días del mes de mayo del 69 me decepcionó no encontrar ninguna mención al Cordobazo. Recién el 15 de ese mes pude leer: “los otros días hubo mucho quilombo”, sin ninguna otra referencia a la revuelta popular que conmocionó a nuestra ciudad y a toda la Argentina.
Luego del segundo cognac (de ese malo que vendían en el Castelar), me costaba un poco concentrarme en la lectura, pero mi curiosidad seguía mandando.
En el 55 no había ninguna mención al derrocamiento de Perón, en el 45 no habló nunca del final de la Segunda Guerra Mundial. En las pocas notas de esos años no nombró a Perón ni Evita. A la tercera ginebra yo ya lo insultaba en voz alta, provocando la curiosidad de los pocos parroquianos que había a esa hora de la madrugada.
Indignado, llegué al 9 de noviembre de 1918, fecha de la última nota, que simplemente decía: “Me siento mal”.
¡Pelotudo! grité totalmente borracho, mientras arrojaba el diario, que en su tránsito hacia la vereda volteó la jarra de vino tinto a la que apenas le quedaba un resto.
El mozo, por lo general comprensivo con lo beodos, me ordenó de mala manera que le pagara y que me fuera. “Treinta y ocho pesos” dijo con una expresión pendenciera. Le di cuarenta y no esperé el vuelto. Con evidente dificultad para caminar salí del bar. Vi el cuadernillo en el cordón y lo pateé hasta un charco de la cuneta, justo a tiempo para que un colectivo lo pisara y -al mismo tiempo- me salpicara con agua podrida.
“¡Andá a la puta madre que te reparió, Contemponi!”, grité mientras me subía el cuello de la campera, tropezaba con una bolsa de basura, me golpeaba el hombro con un poste de luz al que me abracé para terminar vomitando sobre el parabrisas de un patrullero.
Publicado en Revista Perogrullo Nº 5 (mayo/junio 2003) - Valencia - España

d’abril 02, 2009

¡Estás igual! I

Para mí Orions era un bandón. Y "Hasta que salga el sol" la cantábamos a grito pelado en los recitales del Estadio del Centro o en Asociación Española



Pero los hermanitos Bar habían hecho trampa, o bien quisieron hacer un homenaje a Dobie Gray, un morocho que varios años antes había grabado un tema muuuuuuuuuy parecido (y cuando digo muuuuuuuuuy, quiero decir muuuuuuuuuy): Drift away



Le sigo haciendo el aguante a Orions. Por otra parte, no son los únicos que se dejaron "influenciar" a la hora de componer. A cualquiera le pasa. Ampliaremos.