d’octubre 13, 2014

QUÉ HACER



¿Qué hacer con el corazón amonestado?
Si el sol ya no sale por el Este
Si las risas son de otro, nunca mías
Si tus ojos no me miran
Si me miran, me atraviesan
No hay luchas perdidas antes de la pelea

¿Qué hacer con el gesto quebrado de anoche?
Si el fuego enfría las manos
Si el viajero rechaza el camino
Si tu voz magnifica el silencio
Si mis pasos me dejan atrás
No hay luchas ganadas antes de la pelea

¿Qué hacer con este orgullo gastado?
Si el tiempo me marca, me sigue, me acompaña
Si me apuran los instantes, me acechan, me toman
Si la vida no ofrece revancha, hay que arrebatarla
Si ganarla a veces no sirve de nada
No hay lucha sin causa antes de la pelea

¿Qué hacer con estos sueños vencidos y sucios?
Si el llanto no riega tu surco
Si el miedo ni manda ni empuja
Si vivimos amores al día
Si ahorramos en pasión desvelada
No hay lucha sin odio antes de la pelea

¿Qué hacer con la mentira impiadosa?
Si hasta en las piedras crecen las flores
Si tu grito destroza el cristal de la impostura
Si te atrapan los peritos de la esperanza
Si bajás dos cambios solo para volver a acelerar
No hay lucha sin vida antes de la pelea

¿Qué hacer con el horizonte infinito, lejano?
Si buscamos en las manos y encontramos decepciones
Si cantamos viejos himnos de valores obsoletos
Si el camino se divide en mil tramos
Si lo malo siempre es malo y lo buenos nunca es bueno
No hay luchas sin sueños antes de la pelea

¿Qué hacer con el dolor postergado?
Si arengas y discursos son palabras vacías
Si los jinetes de la libertad tienen caballos cansados
Si todo es precario en la ciudad a la deriva
Si es cierto aquello de las desmerecidas divisas
No hay lucha sin alma antes de la pelea

de desembre 16, 2012

RIVOTRIL PARA LOS PERROS

Hubo una época en que los fuegos artificiales eran una cosa extraordinaria, algo a lo que podíamos acceder una o dos veces al año. Sin ponerme a hurgar mucho allende la memoria, rescato claramente el Festival de Folklore de Cosquín y sus fuegos inaugurales, que nos convocaban cada enero para disfrutarlos… ¡a 15 kilómetros! Porque éramos muchos los que en Parque Siquiman salíamos cada noche a mirar el resplandor coscoíno dsetrás de las montañas. Fuera de esa situación atípica, los fuegos artificiales se limitaban a las fiestas de fin de año. Navidad y Año Nuevo traían a los kioscos y almacenes cañitas voladoras, buscapiés, rompeportones, ametralladoras, volcanes, ruedas luminosas, fosforito-cuetes y las insoportables estrellitas a las que eran condenados los más chicos. A los grandes espectáculos de luces de artificio podíamos verlos en los cines. Eran eventos inalcanzables que ocurrían en Sydney, Nueva York o París. Nunca en Córdoba. Y por eso eran noticia que en los informativos de los cines (los únicos que podíamos ver en colores) garpaban muchísimo. Con los años, la globalización, el fuckin’ neoliberalismo y todas esas cosas, las distancias comenzaron a acortarse y las fronteras a volverse mas difusas. Entonces pudimos acceder a fuegos artificiales de cada vez mejor calidad; estaban cada vez más al alcance de nuestras manos y de nuestros bolsillos. Aquellas cañitas pedorras, que generalmente languidecían en la botella de Pritty sin levantar jamás el vuelo fueron reemplazadas por otras más potentes, que buscaban la oscuridad del firmamento para iluminarlo con miles de estrellas. Cada año la oferta mejoraba y cada Navidad y Año Nuevo eran verdaderas orgías de pólvora luminosa con cielos incandescentes. Y a las fiestas de fin de año se sumaron inauguraciones… y después partidos de fútbol muy importantes… y después partidos más o menos importantes… y fechas patrias… y partidos más bien pedorros… y casamientos, fiestas de 15, aniversarios de casados… y ya no paramos más. Fuegos artificiales por cualquier pelotudez. Nunca creí que fuera a decir esto, pero los fuegos artificiales medio que me tienen las pelotas hinchadas. Si un otario como yo puede ir a la vuelta de su casa y comprar una batería de 150 luces sincronizadas que entran en funcionamiento con sólo acercarle un fósforo, la cosa pierde gracia. Sin embargo, el embrujo es endemoniadamente poderoso y persistente. Ok, ya no se consiguen rompeportones de los buenos, esos envueltos en papel madera y atados con hilo sisal, pero me voy a conformar con cualquiera de esas genialidades chinas que bien saben superar la aduana y conseguir el aprobado de Fabricaciones Militares. Así que compren rivotril para los perros.

de juliol 26, 2012

MUCHACHITAS FATALES

Para muchos fundamentalistas, los JJOO representan una especie de aperitivo de los mundiales de fútbol. Algunos –mucho más fundamentalistas– refutan esta idea diciendo que en realidad el vemouth con papas fritas del Mundial es la Copa UEFA, pero esa llega por Direct TV y es mucho más difícil conseguir amigos que cuenten con ese servicio. Por lo demás, armar un asadito para esperar un Argentina – Nigeria es entendible (y hasta recomendable), pero para un Hungría – Portugal es mucho más difícil. Por otra parte, los Juegos Olímpicos ofrecen un universo de propuestas muy atractivas para los deportistas de pantuflas y control remoto: básquet, boxeo, voley, cien metros llanos… ¿desde cuando nos interesa el atletismo? Desde que lo pasan por TV. Ok, la maratón es un bodrio insoportable que es televisada solamente porque figura en el contrato; pero se han registrado casos de personas que se han quedado hasta las 3 de la mañana para ver la definición de la posta 4x100 en estilo libre en… ¡natación! Peor aún: tipos grandes que se emocionan viendo gimnasia artística. Pero más allá de estas cuestiones más relacionadas con el análisis de la influencia que los medios electrónicos ejercen sobre nuestros gustos y tendencias como consumidores, es importante detenernos un poco en una cuestión también relacionada con lo sociológico: ¡Qué buenas que están las atletas actualmente! Es verdad, a simple vista parece un comentario machista y/o sexista, pero se trata de una sesuda reflexión que nos habla de la modificación de los criterios estéticos relacionados con los deportistas en los últimos años. O mejor dicho, con LAS deportistas. Porque en realidad, si nos ponemos a ver, el modelo masculino no ha variado mucho, aunque los tipos sean más musculosos, tengan abdominales más marcados y hagan que el resto de los mortales quedemos como unos alfeñiques o unos gordos culones, eso siempre fue así. Pero las chicas han cambiado, especialmente si las comparamos con aquellas que se destacaban durante la guerra fría. Los Redondos las describieron con precisión quirúrgica: “flacas gimnastas de América / secas, austeras Soviéticas”. Para las feministas extremas eran el modelo a seguir, porque cada día se parecían más a los hombres, tanto en su rendimiento físico como en su aspecto: líneas rectas, cero curva, cara de culo. Uno admiraba su desempeño, pero no se podía enamorar de ninguna manera de ellas. Demasiada testosterona, mucho más de lo necesario y aceptable. Sin embargo, desde la caída del Muro de Berlín las cosas comenzaron a cambiar y, junto a una evolución en el rendimiento físico, fueron haciéndose cada vez más comunes atletas que estaban realmente buenas y que progresivamente fueron pasando de las revistas deportivas a las de moda y –especialmente– las orientadas al mercado masculino… si, esas, las de minas en tetas; las que compramos porque siempre tienen artículos interesantísimos que jamás leemos, pero que nos ponen bizcos con su póster central. ¿Es este un artículo liviano, trivial, baladí, superfluo y vacuo? Si. Pero aún así creo que es genial que ahora nos interese el salto con garrocha, los 100 metros con vallas o el nado sincronizado en sus categorías femeninas. Porque más allá de la excesiva actividad de nuestras glándulas salivales, indican una mayor inserción de las mujeres en un ambiente tradicionalmente reservado a los hombres. No olvidemos que el Baron Pierre de Coubertin, padre de los Juegos Olímpicos modernos, pensaba que el lugar de las mujeres en estas competencias era en la tribuna, alentando pero sin hacer mucho escándalo. Y eso era un importante avance porque en la antigua Grecia ni siquiera podían entrar al estadio. En estos días nadie se plantea esto y las distintas disciplinas están siendo conquistadas por el colectivo femenino: fútbol y boxeo son clara muestra de ello. Ello habla del triunfo de la igualdad entre el hombre y la mujer, pero de que esa igualdad se refiere a derechos y posibilidades. Las demás tienen que ser diferencias. Y si las miramos “emocionados” cuando se van (o cuando vienen), o porque agarran la garrocha, o demuestran su flexibilidad en las barras asimétricas, o se acomodan el mínimo pantaloncito que tanto se adhiere al cuerpo, o por la forma en que gritan (gimen) cuando responden un saque en el tenis; no es porque seamos unos babosos, o no solamente por eso. Es porque adherimos incondicionalmente a estos procesos sociales que tienen como objetivo la eliminación de la tendencias discriminadoras que rigieron al mundo durante tantos siglos. No somos viejos verdes, somos progresistas, aunque no lo sepamos.

de març 17, 2012

NO SON LAS AGUAS, SON LOS LADRILLOS


No me acuerdo con quién fui a ver Scarface. He olvidado en qué cine vi La Naranja Mecánica. A Higlander fui a verla porque no tenía otra cosa que hacer. A Volver al Futuro directamente la alquilé en video caset. En ningún caso puedo acordarme qué o dónde comí antes, durante o después de cada uno de esos filmes.
Pero un sábado a la noche, en el invierno de 1985, cuando cursaba a duras penas el último año del secundario, con la Avichuela, el Bacón, Marquitos, Hernán y Chico fuimos al desaparecido Ángel Azul a ver The Wall. Después de la función (era la de trasnoche) fuimos a comer a Lomitos Tucumán (eran grandes, baratos y estaba a la vuelta) y terminamos en la casa de uno de los muchachos, comentando la película hasta la madrugada. Esa fue la primera vez, hubo muchas más, la última hace unos días.
Hacía rato que conocíamos el disco, tarareábamos las canciones. En mi caso, tomé contacto con la obra a través de dos TDK D-C46 que tenía mi hermano. Era el año 1980 y yo estaba comenzando a escuchar música en serio. A pesar de tantos años gastando horas en IICANA, mi manejo del inglés era muy rústico y apenas podía intuir lo que decían las canciones, pero la frase "hey, teachers, leave them kids alone" era algo clarísimo. Desde entonces ver esa peli fue un objetivo adolescente, casi como debutar.
Pienso esto luego de leer y escuchar a algunos periodistas preguntarse el por qué de tanta repentina pasión por Roger Waters en Argentina, ninguneando un poco a la gran cantidad de gente que hace como siete meses que compró sus tickets para el espectáculo pago más multitudinario que se haya realizado en nuestro país hasta ahora.
Quiero decir que los que están sorprendidos por la enorme popularidad del ex bajista de Pink Floyd que están equivocados con su sorpresa, o están mal documentados, o son unos necios. No es Roger Waters, es The Wall. Al menos para quienes pasamos el escollo de los 40.
Casi ninguno de los que nos fanatizamos con esa obra tuvo una infancia tan triste como la del protagonista, las posguerras que debimos afrontar no fueron tan jodidas, la vida escolar no fue tan extremadamente injusta y arbitraria (era injusta y arbitraria, pero no tanto), los maestros no eran tan sádicos y las madres no eran tan astringentes. Ok, estoy generalizando, seguro que hay casos y casos, pero lo que salía de la pantalla no era la norma en ese lugar y en ese momento.
Pero había algo que The Wall tenía que nos hermanaba. El deseo de romper con el orden establecido. La adolescencia es cuando ese deseo debe aflorar, y las imágenes de cadenas rotas, puertas volteadas, aulas incendiadas alimentaban una fantasía que en los primeros años de la democracia había pasado a ser anacrónica, pero que en muchos casos tenían que ver con nuestra historia reciente, con el ayer no más.
Pero también había advertencias en la peli. Ponía (pone) de relieve el peligro del fanatismo y de la masificación. Nos avisaba que la idolatría pare dictadores, manipuladores, cínicos... altos garcas. Nos instaba a pensar por nosotros mismos, a controlar nuestra cabeza, a desarrollar nuestros ideales pero sin seguir a la manada.
Ya en la tribuna de River volví a pensar en esos críticos encallados en el chiquitaje, alarmados por un error de ortografía de una persona que no maneja el castellano, que están convencidos que mostrarse disconformes los hace más inteligentes. En fin, torpes y mediocres.
Basta ya. Porque ese avión no vuela hacia Aeroparque. Ese avión es de utilería y va a estrellarse con un monumental escenario para dar por comenzado el espectáculo multimedia más importante, impresionante y deslumbrante que el mundo haya visto jamás. The Wall –de la mano de Roger Waters– arrasa con la taquilla pero también con la posibilidad del lenguaje para describir un espectáculo, con el significado de los adjetivos (habría que inventar algunos nuevos). The Wall nos vuelve a emocionar hasta el llanto con el grito de "regresen a los chicos a casa", los chicos que se llevaron las guerras, pero también los atentados a la Embajada de Israel, a la Amia, a la Ciudad de Río Tercero, los chicos que se fueron con Cromañón, la gente que se fue en la tragedia de Once, pero también en las periódicas tragedias en la Ruta 19, o en la 36. Los chicos que se lleva el paco y el escabio. La gente que perdemos a cada instante por desidia, por desinterés de nuestros líderes y la nuestra propia.
No, no se trata de un show más. No para mí, ni para Marcos, ni para la Avichuela, ni el Bacón ni Hernán ni Chico; ni para todos aquellos que llegamos a River a reencontrarnos con una obra que nos sacudió los piojos apenas estábamos abriendo los ojos a la vida; y lo sigue haciendo cuando creemos que la vida no tiene nada nuevo para ofrecernos. No es cierto, loco. La vida es, justamente, la herramienta más adecuada para derribar el muro.

de febrer 09, 2012

LAS LUCES QUE SALTAN A LO LEJOS NO ESPERAN QUE VAYAS A APAGARLAS JAMÁS




Cuanta dignidad se fue con vos, Luis Alberto Spinetta. Cuanta coherencia, cuanta poesía, cuanta sensibilidad, cuanta sabiduría, cuanta belleza… Tu concierto está en el aire y el adiós un instante en el verdor. Es doloroso, pero la canción llegó hasta el sol, de verdad. Muy bien, yo se que el tiempo es impreciso, no se lo que pensar, pero es imposible no sentir tristeza. Los artistas que nos conmueven se convierten en parte de nosotros, cuando uno se va, perdemos parte de nosotros mismos. Y el Flaco era el encargado de conservar y cuidar con amor este jardín de gente. Sus canciones hablaban del amor, de la libertad, del compromiso… Ok, como tantos otros, pero con una impronta especial, porque iba siempre por el camino más sinuoso, que es el de la intransigente fidelidad a sus propias convicciones artísticas, y eso, en este mundo de locos y fascistas, es siempre la senda más difícil.
Y hoy con tus manos en el paraíso, luchando como Dios dispuso estás aquí, escribió alguna vez, quizás como un divino presagio de lo que a partir miércoles 8 de febrero de 2012 sucede, porque Spinetta nos va a acompañar a todos los que lo admiramos y supimos emocionarnos con su música. Ha de fusionar su resto con el despertar y su boca no se pudrirá, porque nada calló jamás.
¿Cómo harás para ver y aliviar el dolor en el jardín de gente? Algún acuerdo en tu alma tendrás.
Adiós guerrero. Nunca detengas tu marcha hacia la morada del horrible dragón, entre las ruinas de oro. Si alguien puede obligarlo a dar el antídoto contra todos los males de este mundo, ese sos vos. Y si tu ser estalla será tu corazón el que sangre. Por nuestra parte, tendremos que aprender a volar entre tanta gente de pie.
Adiós, Luis Alberto Spinetta. Te damos gracias por estar cerca de nosotros, por crecer y engendrar cerca del bien que gozaste.
Sos alma de diamante.


Germán Tinti
Ilustración: Luis Silva