de juliol 26, 2012

MUCHACHITAS FATALES

Para muchos fundamentalistas, los JJOO representan una especie de aperitivo de los mundiales de fútbol. Algunos –mucho más fundamentalistas– refutan esta idea diciendo que en realidad el vemouth con papas fritas del Mundial es la Copa UEFA, pero esa llega por Direct TV y es mucho más difícil conseguir amigos que cuenten con ese servicio. Por lo demás, armar un asadito para esperar un Argentina – Nigeria es entendible (y hasta recomendable), pero para un Hungría – Portugal es mucho más difícil. Por otra parte, los Juegos Olímpicos ofrecen un universo de propuestas muy atractivas para los deportistas de pantuflas y control remoto: básquet, boxeo, voley, cien metros llanos… ¿desde cuando nos interesa el atletismo? Desde que lo pasan por TV. Ok, la maratón es un bodrio insoportable que es televisada solamente porque figura en el contrato; pero se han registrado casos de personas que se han quedado hasta las 3 de la mañana para ver la definición de la posta 4x100 en estilo libre en… ¡natación! Peor aún: tipos grandes que se emocionan viendo gimnasia artística. Pero más allá de estas cuestiones más relacionadas con el análisis de la influencia que los medios electrónicos ejercen sobre nuestros gustos y tendencias como consumidores, es importante detenernos un poco en una cuestión también relacionada con lo sociológico: ¡Qué buenas que están las atletas actualmente! Es verdad, a simple vista parece un comentario machista y/o sexista, pero se trata de una sesuda reflexión que nos habla de la modificación de los criterios estéticos relacionados con los deportistas en los últimos años. O mejor dicho, con LAS deportistas. Porque en realidad, si nos ponemos a ver, el modelo masculino no ha variado mucho, aunque los tipos sean más musculosos, tengan abdominales más marcados y hagan que el resto de los mortales quedemos como unos alfeñiques o unos gordos culones, eso siempre fue así. Pero las chicas han cambiado, especialmente si las comparamos con aquellas que se destacaban durante la guerra fría. Los Redondos las describieron con precisión quirúrgica: “flacas gimnastas de América / secas, austeras Soviéticas”. Para las feministas extremas eran el modelo a seguir, porque cada día se parecían más a los hombres, tanto en su rendimiento físico como en su aspecto: líneas rectas, cero curva, cara de culo. Uno admiraba su desempeño, pero no se podía enamorar de ninguna manera de ellas. Demasiada testosterona, mucho más de lo necesario y aceptable. Sin embargo, desde la caída del Muro de Berlín las cosas comenzaron a cambiar y, junto a una evolución en el rendimiento físico, fueron haciéndose cada vez más comunes atletas que estaban realmente buenas y que progresivamente fueron pasando de las revistas deportivas a las de moda y –especialmente– las orientadas al mercado masculino… si, esas, las de minas en tetas; las que compramos porque siempre tienen artículos interesantísimos que jamás leemos, pero que nos ponen bizcos con su póster central. ¿Es este un artículo liviano, trivial, baladí, superfluo y vacuo? Si. Pero aún así creo que es genial que ahora nos interese el salto con garrocha, los 100 metros con vallas o el nado sincronizado en sus categorías femeninas. Porque más allá de la excesiva actividad de nuestras glándulas salivales, indican una mayor inserción de las mujeres en un ambiente tradicionalmente reservado a los hombres. No olvidemos que el Baron Pierre de Coubertin, padre de los Juegos Olímpicos modernos, pensaba que el lugar de las mujeres en estas competencias era en la tribuna, alentando pero sin hacer mucho escándalo. Y eso era un importante avance porque en la antigua Grecia ni siquiera podían entrar al estadio. En estos días nadie se plantea esto y las distintas disciplinas están siendo conquistadas por el colectivo femenino: fútbol y boxeo son clara muestra de ello. Ello habla del triunfo de la igualdad entre el hombre y la mujer, pero de que esa igualdad se refiere a derechos y posibilidades. Las demás tienen que ser diferencias. Y si las miramos “emocionados” cuando se van (o cuando vienen), o porque agarran la garrocha, o demuestran su flexibilidad en las barras asimétricas, o se acomodan el mínimo pantaloncito que tanto se adhiere al cuerpo, o por la forma en que gritan (gimen) cuando responden un saque en el tenis; no es porque seamos unos babosos, o no solamente por eso. Es porque adherimos incondicionalmente a estos procesos sociales que tienen como objetivo la eliminación de la tendencias discriminadoras que rigieron al mundo durante tantos siglos. No somos viejos verdes, somos progresistas, aunque no lo sepamos.