d’abril 28, 2009

Estás igual! III

Con este tema, George Harrison le daba el gran impulso a su carrera post Beatles. Un tema que expresa en gran medida sus inquietudes espirituales, casi místicas.

My sweet Lord



Pero al parecer, la inspiración no siempre es divina. O tal vez sea cierto aquellos de que los caminos del Señor son sinuosos, extraños y sorprendentes.

The Chiffons - He's So Fine

d’abril 26, 2009

Ventajas adicionales!!



Digo yo… a la mina la llevaste a cenar, o al cine, o a un boliche. Muy rata gastaste 100 mangos. No tengo ni puta idea de cuanto cuesta el turno, pero debe ser otro Roca por debajo ‘e las patas…
¿Te vas a hacer drama por los dos mangos que cuesta el peaje.?

Otro punto, si ahora tienen “MÁS PRIVACIDAD ABSOLUTA”, ¿cómo era la cosa con “MENOS” privacidad absoluta? ¿Las mucamas aplaudían?

d’abril 24, 2009

Viernes de fogón

De ahora en más, los días viernes vamos a tratar de juntar unos troncos, armar una fogata y, principalmente, invitar a alguien que sepa tocar la viola.
Y si en un fogón no se toca Confesiones de invierno, es porque en realidad no hubo ningún fogón.

Sui Generis - Confesiones de invierno

d’abril 16, 2009

Ahora que todos en el fobal hablan de códigos

José Omar Pastoriza era una persona que encarnaba, dentro del mundillo del fútbol vernáculo, el concepto de “hombre de códigos”. El “Pato” era todo un personaje que sintetizaba en sí mismo lo mejor y lo peor del folklore futbolero. Extrañamente, nunca le escuché -o leí- hacer aspaviento de los códigos. No decía “yo tengo códigos”. Los aplicaba. Buenos y malos.
Antes de continuar, es necesario ponernos de acuerdo respecto de qué quiere decir cuando un futbolista (o director técnico, o periodista deportivo, o hincha) habla de “código”.
De las ocho acepciones que me muestra la versión on line del Diccionario de la Real Academia Española, me parece que las que más se acercan son la tercera (Cifra para formular y comprender mensajes secretos) y la séptima (Conjunto de reglas o preceptos sobre cualquier materia). Aún así, ambas definiciones son insuficientes, porque en realidad nadie sabe muy bien dónde comienza ni dónde acaba el concepto que cada jugador de fútbol le da.
Pero volviendo a Pastoriza, a quien pude tratar cuando fue entrenador de Talleres, el tipo -como ya dije- no hablaba de códigos, sino que los ponía en práctica, ya fuera a favor o en contra.
Dos ejemplos:
Las cosas no venían bien en su penúltimo paso por la “T” (allá por el 93), y los dirigentes buscaban cesantearlo (o sea, echarlo). Pero para eso había que garparle todo el contrato. A pesar de la embestida dirigencial, de los insultos de la hinchada y todo eso, el tipo no se inmutaba. Simplemente decía: “si quieren que me vaya, me voy. Pero no aparece lo que tiene que aparecer”, o sea, la tutuca. Estaba en el contrato y lo defendió a capa y espada. Y al final se salió con la suya. Y creo que tenía razón. Ningún contrato contiene cláusulas del tipo “si el técnico pierde tres partidos se tiene que ir”.
Otro de los ejemplos ocurrió cuando era técnico de Boca (temporada 88/89). Tras una dura derrota en Córdoba (me parece que fue contra Racing), al final del encuentro el Pato criticó duramente a sus jugadores en medios radiales. Los jugadores se quejaron y el tipo -reconociendo su error y advirtiendo que eso le había quitado autoridad sobre el plantel- se fue solito. Aplicaba sus códigos aún cuando no le convenía. No era una cuestión de conveniencia.
Quiero decir: No sirve de nada decir “yo tengo códigos”, como quien dice “yo tengo una freidora industrial”, pero no haberla usado jamás.
Debo reconocer que me cae bastante mal esta cosa de los códigos futboleros de los que todos hablan y nadie codifica. Ningún jugador dice que los códigos incluyen “ir para atrás” para rajar a un DT. Jamás hablan de los innumerables actos de discriminación que se dan en todos los planteles, con los pendejos, con los nuevos, con los que tienen menos cartel, con los que ganan menos. Siempre minimizan el hecho de darle guita a los barrabravas para que no los puteén, o no los aprieten. Pero se ofenden mortalmente si los critican porque juegan mal.
Y esta tendencia se va acentuando con el paso del tiempo. En la actualidad hay un privilegiado círculo de jóvenes millonarios que se sienten insultados por cualquier comentario “negativo”. En algunos casos, parecería que el problema es que la mamá se siente mal cuando escucha esos comentarios en la verdulería, y vuelven a casa con el Jesús en la boca, diciendo: “¡Hay, Romancito, ¿por qué no jugás 15 metros más adelante?”
Muchachos, déjense de joder. Cobran fortunas por algo que la mayoría paga por hacer. Jueguen a la pelota que eso es lo que se supone que saben y en realidad es lo único que nos interesa. Cuando empezamos a hablar de los gatos que se transan, de los boliches adonde van, del auto que se compraron, es porque están dando asco. No sean giles, no maten a la gallina de los huevos de oro. Podrán pasarse todo el resto de sus vidas sin laburar porque durante un breve lapso de tiempo se la pasaron jugando a la pelota. Los fanáticos no les deben nada a ustedes. Son privilegiados que asumen pose de gente sacrificada. No son dioses, ni D1OS, ni ninguna de esas huevadas.
Bueno. Ya está.

d’abril 10, 2009

Estás igual II

Al Bano es un cantante italiano que tuvo su momento de gloria allá por los 60 y los 70. De la estirpe de los románticos tanos que tanto hicieron mojar bombachas por ese entonces.

Al Bano & Romina Power - I Cigni Di Balakà
(vale aclarar que si bien esta versión es de 1987, el tema fue compuesto y grabado muuucho antes)



Michael Jackson es… bueno, todos sabemos lo que es. Pero… además de pederasta, ¿choro? Eso es inadmisible.

Michael Jackson - Will You Be There

d’abril 05, 2009

Chapa y pintura

Publicado en La Voz del Interior de hoy.
¿Hacía falta que diagramaran así la página?



Reflexión al margen y malintencionada: Si algo necesita ser reparado es porque está roto

d’abril 04, 2009

Un sector del universo

Resultaría particularmente complicado relatar la vida de Natalio Contemponi. Ni siquiera apelando a su diario personal se podría facilitar la tarea del lector con respecto a las peculiaridades que encierra el paso de este hombre por el mundo.
¿Qué hizo Natalio Contemponi? ¿Cuál fue su aporte a la nación o al bienestar de la sociedad? ¿Se trata de un estadista injustamente olvidado por la historia? ¿O habrá sido un científico que pasó toda su vida en la oscuridad por vaya a saber que turbios intereses económicos de algunos laboratorios líderes?
Tranquilícese, estimado amigo. Aquí no encontrará grandilocuentes denuncias por corrupciones que desterraron en el ostracismo a una persona valiosa.
Natalio Contemponi, a lo largo de más de siete (tal vez ocho) décadas de existencia no hizo absolutamente nada. O más bien, no pudo hacer nada, aunque lo hubiera querido. Ahora que ha nacido, puedo divulgar el momento en que tomé contacto con su particular sin afectarlo. Porque él nunca podrá leer esta monografía.
Simplemente voy a referir que recibí su diario a mediados de 1998. Era invierno y recuerdo que se estaba jugando el Mundial de fútbol de Francia. Yo estaba en el bar Castelar, alargando un carajillo aburriéndome con un Francia - Sudáfrica que invitaba a salir a caminar por el gris de la tarde. Estaba por llamar al mozo cuando un pibe que comúnmente vendía estampitas se acercó a mi mesa, dejó una especie de libro o agenda muy desgastado en mi mesa y me dijo que un señor en la vereda de enfrente me mandaba eso. Miré por la ventana y un tipo de piloto y anteojos oscuros; morocho y con una incipiente calvicie; de un metro ochenta aproximadamente, me sonreía y mostraba su pulgar levantado, subía a un taxi y desaparecía para siempre.
El rostro, a pesar de los anteojos (o tal vez por ello) me parecía conocido, tal vez de la época de Policiales en el diario Los Principios. cuando vino el mozo cambié de opinión y pedí otro carajillo mientras comenzaba a hojear lo que rápidamente descubrí que era el diario personal de un sujeto llamado Natalio Contemponi. En la primera página, además de su nombre, figuraba una breve explicación, redactada con fatigosa caligrafía, de los motivos que lo motivaron a llevar ese diario. Esas pocas palabras abrían la puerta a una vida que se adivinaba fascinante.
“Debo tener alrededor de 20 años. No estoy seguro porque no conozco mi fecha de nacimiento, ni a mis padres, ni a ningún pariente. Mi vida -o forma de vivir- tiene una particularidad que ni yo mismo entiendo, pero tal vez alguien -en un sector del universo- la pueda explicar alguna vez: el tiempo para mí transcurre al revés. ¿Cómo explicarlo? No es que, por ejemplo, empiezo a escribir esto a una hora determinada y termino una hora antes. Es la sucesión de días la que avanza en sentido inverso (o sea, retrocede). Es decir, hoy es 23 de octubre de 1975. Para todo el mundo, mañana será 24 de octubre, pero para mí será 22. No he podido descubrir en qué momento se produce el cambio, pero ocurre, aún cuando…”
A partir de allí, el texto de esa página había sufrido los efectos de algo que podría ser café con leche o un tipo indefinido de sopa.
Terminé el segundo carajillo y pedí un whisky. La cosa se ponía muy interesante. En la página siguiente, Contemponi explicaba que había aprendido a leer y escribir en forma autodidacta y con muchísima dificultad, ya que por su curioso problema no pudo asistir nunca a una escuela. No mencionaba cuándo ni por qué había adoptado su nombre, o quién se lo había dado.
La sucesión de páginas iba demostrando que el interés inicial del sujeto por encontrar el motivo y, tal vez, una cura del problema, iba decreciendo. Es más, con el correr de los meses las anotaciones dejaron de ser diarias y perdieron todo tipo de periodicidad. Del 15 de enero de 1974 pasaba al 23 de septiembre del 73 y de allí saltaba al 3 de marzo de ese año. De todos modos, el interés por hallar algo, un signo, un dato, un comentario que brindara alguna respuesta me mantuvo firme en la lectura. A cada decepción seguiía una renovada curiosidad por el futuro (o sea, el pasado).
Se había hecho de noche y pedí un lomito y una cerveza. Mientras comía continué investigando el documento. Algunas gotas de mayonesa se fueron a unir a lo que indudablemente era una mancha de te en el 30 de junio de 1971.
Pedí otra cerveza y continué avanzando (es decir, retrocediendo) en el tiempo. La revelación se hacía desear, pero yo estaba seguro que finalmente la encontraría.
Al llegar a los últimos días del mes de mayo del 69 me decepcionó no encontrar ninguna mención al Cordobazo. Recién el 15 de ese mes pude leer: “los otros días hubo mucho quilombo”, sin ninguna otra referencia a la revuelta popular que conmocionó a nuestra ciudad y a toda la Argentina.
Luego del segundo cognac (de ese malo que vendían en el Castelar), me costaba un poco concentrarme en la lectura, pero mi curiosidad seguía mandando.
En el 55 no había ninguna mención al derrocamiento de Perón, en el 45 no habló nunca del final de la Segunda Guerra Mundial. En las pocas notas de esos años no nombró a Perón ni Evita. A la tercera ginebra yo ya lo insultaba en voz alta, provocando la curiosidad de los pocos parroquianos que había a esa hora de la madrugada.
Indignado, llegué al 9 de noviembre de 1918, fecha de la última nota, que simplemente decía: “Me siento mal”.
¡Pelotudo! grité totalmente borracho, mientras arrojaba el diario, que en su tránsito hacia la vereda volteó la jarra de vino tinto a la que apenas le quedaba un resto.
El mozo, por lo general comprensivo con lo beodos, me ordenó de mala manera que le pagara y que me fuera. “Treinta y ocho pesos” dijo con una expresión pendenciera. Le di cuarenta y no esperé el vuelto. Con evidente dificultad para caminar salí del bar. Vi el cuadernillo en el cordón y lo pateé hasta un charco de la cuneta, justo a tiempo para que un colectivo lo pisara y -al mismo tiempo- me salpicara con agua podrida.
“¡Andá a la puta madre que te reparió, Contemponi!”, grité mientras me subía el cuello de la campera, tropezaba con una bolsa de basura, me golpeaba el hombro con un poste de luz al que me abracé para terminar vomitando sobre el parabrisas de un patrullero.
Publicado en Revista Perogrullo Nº 5 (mayo/junio 2003) - Valencia - España

d’abril 02, 2009

¡Estás igual! I

Para mí Orions era un bandón. Y "Hasta que salga el sol" la cantábamos a grito pelado en los recitales del Estadio del Centro o en Asociación Española



Pero los hermanitos Bar habían hecho trampa, o bien quisieron hacer un homenaje a Dobie Gray, un morocho que varios años antes había grabado un tema muuuuuuuuuy parecido (y cuando digo muuuuuuuuuy, quiero decir muuuuuuuuuy): Drift away



Le sigo haciendo el aguante a Orions. Por otra parte, no son los únicos que se dejaron "influenciar" a la hora de componer. A cualquiera le pasa. Ampliaremos.