d’octubre 30, 2011

OJOS



“Los ojos son el reflejo del alma”. Ok. Es una frase de póster, como “amar es no tener que pedir perdón” y otras muchas por el estilo. Pero en este caso es estrictamente cierta. El paso de los años agregó arrugas y canas, alguna adiposidad, pero no pudo modificar la mirada fría, vacía, resentida, feroz, criminal. Ya no es el “ángel rubio” o el “ángel de la muerte” (discutamos el concepto de ángel, che).
Esa es la mirada de un cagón, que se la banca en patota, de a muchos, contra monjas, pero que se entregó sin presentar batalla en las Islas Georgias, durante la fantochada de la guerra de Malvinas. Es la mirada de un necio que no logrará nunca entender la real dimensión de sus actos y los de sus colegas. Tal vez todos los años que pase en la cárcel no le sirvan para darse cuenta de nada (así son las bestias), pero al menos las calles no tendrán que soportar sus pasos.

Ojalá se te acabe la mirada constante,
la palabra precisa, la sonrisa perfecta.
Ojalá pase algo que te borre de pronto:
una luz cegadora, un disparo de nieve,
ojalá por lo menos que me lleve la muerte

d’octubre 06, 2011

LA FOTO QUE NO ME VOY A PODER SACAR


Alguna vez alguien me contó que en la década de 1970 John Lennon había estado de incógnito en un hotel de La Cumbrecita. Totalmente falsa pero atrayente anécdota. Hacía poco que lo habían matado y andaba medio sensibilizado por el asunto, entonces comencé a pensar lo bueno que hubiera sido conocer a John Lennon en ese ámbito y en esa época. Verlo recorrer esas callecitas al atardecer, rumbo a algún bar a tomar una birrita medio tibiona, como dicen que les gusta a los ingleses. Me lo imaginaba (me lo imagino) con ese look de traje blanco y pelo y barba larga.
Entonces yo tenía unos 13 años y mi diálogo con John era muy limitado. Mi limitado manejo del idioma anglosajón le cortaba las alas a la imaginación. El solo pensar en ese imposible encuentro me inhibía y me dejaba atontado, con la mente en blanco. Creo que ni siquiera me animaba a pedirle un autógrafo.
Pero la fantasía me acompaña desde entonces. Y con los años se fue haciendo más compleja y más completa. Hay veces en que John y yo somos grandes amigos y nos juntamos para hacer largas zapadas (en mi fantasía sé tocar la guitarra bastante bien). Entonces me cuenta anécdotas de las giras de los Beatles, de cuando se fumaron unos porros en el Palacio de Buckingham o de cuando encontró el primer micrófono que le había puesto la CIA en la habitación de un hotel en Los Ángeles. Una vez, muerto de risa, me contó que cuando compuso “Lucy in the sky with diamonds” efectivamente se había tomado un tripi espectacular.
Es así. En mi fantasía John Lennon vive en Córdoba. A veces tiene una vieja casa en General Paz. Otras alquila un piso en Nueva Cordoba. Está forrado de guita pero no le importa. Le donó el Rolls a La Luciérnaga y anda en Gol bastante baqueteado. Maneja mal y antes tomaba el A5, hasta que un día le hicieron la billetera. Nada de glamour tiene la vida de John en mi fantasía. Toma mate, no le gusta el asado y nunca, pero nunca, aparece Yoko. Cumple 71 años y volvió a dejarse el pelo largo, usa remeras de Riff o trajes carísimos.
Digamos que mi fantasía no maduró, sino más bien se está expresando la de aquel adolescentes que se inhibía de solo pensar que se encontraba con una figura de esa magnitud.
Si tengo que hacer una lista de personajes con las que me gustaría sacarme una foto, creo que no pasan de 10. Con Kempes ya lo hice. Me faltan Lennon y 8 más.