de maig 27, 2009

Abbie Hoffman o el hippismo activista




La guerra de Vietnam dio un fuerte empuje a diversos sectores de la vida norteamericana. Los fabricantes de ataúdes estuvieron de parabienes por la gran cantidad de soldados muertos que llegaban a los puertos de la costa Oeste. Los productores de napalm descorchaban champagne cada vez que la aviación yanqui achicharraba aldeas de amarillos. La industria armamentista creció de manera impresionante. Y los hippies se hicieron conocidos mundialmente.
Este movimiento, más allá de toda la iconografía posterior, fue uno de los principales activistas en contra de esa guerra.
Manifestaciones, quema pública de las cédulas y convocatorias al servicio militar, recitales, vida en comunidad, sexo libre y otros desplantes, pusieron al hippismo en boca de todos.
Poco a poco comenzaron a ser vistos como algo más que un grupo de vagos, sucios y drogadictos. Sus intervenciones eran cada vez más importantes y esa importancia también se medía en la cantidad de policías que iban a cagarlos a palos en las manifestaciones -cada vez más multitudinarias- que realizaban en las principales ciudades de Estados Unidos.
Uno de los más destacados y activos militantes del pacifismo hippie por aquellos años fue Abbot Howard Hoffman, “Abbie” para los amigos (y también los enemigos).
Nacido en Worcester, Massachussets, Abbie Hoffman introdujo nuevas tácticas de protesta, que incluían acciones con gran contenido teatral y humorístico que provocaron una gran repercusión en los medios de prensa de la época.
Asimismo, estas formas de protesta pacífica pero con un gran contenido crítico a la situación sociopolítica de los Estados Unidos, provocó reacciones cada vez más violentas por parte de la policía, del FBI y de la CIA, que convirtieron a Hoffman en uno de los principales enemigos públicos.
Abbie Hoffman fue militante desde la secundaria. Participó en diversos movimientos pacifistas hasta fundar el partido internacional de la juventud (conocidos como yippies por sus siglas en inglés).
De unos pocos melenudos, pasaron a ser muchos melenudos y después un montón de melenudos, para convertirse finalmente en muchos más melenudos de lo que se podía soportar por aquellos tiempos.
Pero a pesar de su militancia pacifista, su foja de servicios está salpicada de hechos violentos, los que no propició, pero en los que se vio envuelto. Las acciones de Hoffman y sus amiguetes provocaron gran repercusión en los medios de prensa y enorme preocupación en los círculos de poder.
No era para menos. El muchacho convocaba multitudes con propuestas desopilantes.
Como por ejemplo la masiva manifestación en la que más de 50 mil personas intentaron hacer levitar el edificio del Pentágono usando energía psíquica hasta el punto que se pusiera naranja y comenzara a vibrar; momento en que terminaría la guerra.
No, no lo consiguieron. Era una joda. Pero la broma convocó a mucha gente y eso hizo que se le frunciera el culito a más de un habitué de los círculos de poder que mandaban chicos a morir en una selva lejana y desconocida.
En otra oportunidad, Abbie y sus chicos fueron a la Bolsa de Valores de Nueva York y arrojaron billetes falsos, logrando que los corredores de bolsa literalmente se cagaran a trompadas por esos dólares. También anunció que la mejor forma de ponerse de la cabeza era mandándose un plátano por vía rectal, recomendando a los científicos de la CIA que lo probaran. Y uno se lo imagina a Abbie diciendo esto con la misma expresión que ponía el Negro Olmedo cuando decía “eu no conoce Rosario”.
Un ámbito que Abbie Hoffman recorrió en muchas ocasiones fue el de los tribunales, porque llegó un momento que lo procesaban hasta cuando iba a comprar bizcochos de grasa. En el 68, durante la Convención Demócrata de Chicago, Hoffman propuso a un cerdo para la presidencia. Las manifestaciones en apoyo al chochán fueron multitudinarias y prolijamente reprimidas por la policía. En esa oportunidad Abbie terminó -una vez más- ante su Señoría., esta vez acompañado por seis camaradas con los que conformaron un combo que fue conocido como “Los Siete de Chicago”. Porque eran siete y estaban en Chicago. Si, a veces es impresionante la capacidad que tiene la prensa de crear figuras literarias de altísimo vuelo.
Pero volvamos a la corte. El juicio alcanzó características de desopilante. El juez se llamaba Julios Hoffman (aunque no tenía ningún parentesco con nuestro héroe) y Abbie lo agarró para la joda todo el proceso, además de lanzarle durísimos ataques y acusaciones cada vez que tenía la posibilidad de hacer uso de la palabra. Llegó a decirle que (el Juez) era “una vergüenza para la raza judía”. En aquella oportunidad, Hoffman y cuatro de sus compañeros fueron sentenciados a cinco años de prisión, pero en la apelación la condena fue revocada.
Durante el festival de Woodstock –el del 69, o sea el único que hubo, porque el otro que hicieron… no jodan!- se mandó al escenario cuando tocaban los Who. Cuando iba a decir unas consignas, vino Pete Towshend y lo hechó de mala manera (y cuando digo mala, quiero decir mala). Me parece que en la película no sale (¿cómo cuál película? ¡En la que Hendrix toca el himno yanqui!), pero en youtube está el siguiente audio



Ok, la imagen es una cagada, pero lo que importa es el sonido.
Según Hoffman, en su autobiografía, el incidente aconteció como sigue: "Si alguna vez escuchas algo sobre mí en conexión con el festival, no fue por tocar Florence Nightingale para los hippies. Lo que escuchaste fue lo siguiente: 'Oh, ése, sí, ¿el que cogió el micrófono, intentó dar un discurso cuando Peter Townshend le partió la cabeza con su guitarra? He encontrado un sinnúmero de referencias al incidente, incluso un colosal mural de la escena. Lo que no he podido encontrar es una sola foto del incidente. ¿Por qué? porque en realidad no ocurrió. Yo tomé el micrófono, y di una corta charla acerca de John Sinclair, que acababa de ser sentenciado a 10 años en la Penitenciaría del Estado de Michigan por dar dos porros de hierba a dos policías secretos, y cómo deberíamos tener la entereza que mantuvimos en la casa Woodstock para liberar a nuestros hermanos y hermanas de la cárcel. Algo así. Townshend, que había estado afinando, se dió la vuelta y chocó conmigo. No fue un incidente en realidad. Cientos de fotos y miles de películas existen representando ese escenario, pero no hay ninguna foto de la tan comentada escena."
Por su parte, Townshend ha dicho no recordar claramente el incidente (aparte de sordera, sufre Alzheimer), pero que de haber ocurrido seguramente le hubiera roto la cabeza con su guitarra.
Poco después, la policía irrumpió en su oficina y casualmente encontró un paquetazo de merca. Hoffman dijo que todo había sido montado por los servicios de inteligencia para sacarlo del medio. Todos dicen lo mismo: ¡Me la pusieron, me la pusieron!
A raíz de ese “malentendido”, Abbie estuvo prófugo hasta el 80, cuando se entregó y purgó un año adentro y nada más. Luego continuó siendo un influyente periodista radical, pero como él mismo dijo “Los años '60 han terminado, la droga nunca será tan barata, el sexo nunca será tan libre, y el rock and roll nunca tan bueno”
Tal vez le haya pifiado en todo, pero la frase está buena.
Pero toda buena historia merece también un triste final. Y Habbot Howard Hoffman -que sufría desorden bipolar, como la Cristina- lo consiguió gracias a 150 pastillitas de colores que permitieron que fuera encontrado muerto el 12 de abril, en 1989 a la edad de 52 años. Su nota de suicidio decía, "Es demasiado tarde. No podemos ganar. Se han hecho demasiado poderosos".
La película (¿acaso dudabas que se hubiera filmado una?) se llama “Roba este filme” y si te la bajás tratá de conseguir una que no esté doblada en España. Es horrible ver a un hippie diciendo “sois todos unos pringaos”.


Edición de la Revista People en ocasión del fallecimiento de Abbie Hoffman



ROBA ESTE LIBRO



En los años 70, uno de los libros más vendidos fue, paradójicamente, por su título, Steal this book (Roba este libro). La obra donde Abbie Hoffman explicaba pormenorizadamente distintas maneras de sobrevivir “de arriba”, o sea, “de garrón” en el sistema (y fuera de él). Nos relataba, por ejemplo, distintas maneras de conseguir comida, identificaciones de todo tipo, libros, viajes, ropa, etc. gratuitamente o a muy bajo coste. El libro no se paraba ahí, era todo un manifiesto sobre la sociedad libre que imaginaba el autor. Por ello, había partes del libro dedicadas a las guerrillas urbanas, las armas o la difusión de idas (con ejemplos prácticos de cómo montar una emisora pirata o publicar panfletos).
La fecha de publicación del libro, 1971, nos indica que muchos de los temas tratados en el mismo están anticuados. Aunque la ideología subyacente aún pervive de muchas maneras. En la red, hay un proyecto llamado Steal this Wiki. En él se pretende seguir con el espíritu del libro original, adaptándola a las herramientas de colaboración actuales.
Desgraciadamente no hay versión en castellano (ni del sitio ni del libro de Hoffman), aunque abundan en la red las guías de supervivencia para el mundo moderno, como, por ejemplo, sindinero.org, web que recopila recursos gratuitos dentro y fuera de la red, o el rincondelvago.com, la web clásica de búsqueda de apuntes, exámenes y trabajos de clase por excelencia. De esto último se podría inferir que el Juez Diego Estevez es un hippie bárbaro (para los que no entiendan, lean esto).
(Reseña del libro extraida de aquí con algunos agregados míos)

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