de novembre 21, 2007

COLONIALISMO

Aunque leve, el ruido alcanzó para despertarme. El radio – reloj marcaba las 4.23 y a excepción de esa especie de murmullo, reinaba el más absoluto silencio, a pesar de que vivo en una calle céntrica, en dónde habitualmente el tránsito es intenso durante las 24 horas del día.
Un poco atontado por el sueño, lo primero que hice fue asomarme a la ventana. La calle estaba absolutamente vacía. El kiosco de enfrente estaba abierto, como de costumbre, pero no se veía a ninguno de los dos muchachos que habitualmente cubren el turno de la noche. Tampoco pude ver al agente que hace adicionales en la cuadra, en la que funcionan sucursales de tres importantes bancos internacionales. La quietud era total, a punto que me hizo acordar a algunas imágenes que había visto hacía unas semanas, cuando leí en pocas horas el primer volumen de “El Eternauta”. “Sólo falta que empiecen a caer esos copos asesinos” murmuré, sin poder reprimir una sonrisa que siempre imaginé tonta, aunque nunca me había visto al espejo cuando me surgía. De todas maneras, en la calle no podía verse nada que se moviera y eso era a la vez hermoso y perturbador.
Un nuevo ruido, tan apagado como los anteriores, volvió a llamar mi atención, aunque estaba tan abstraído en mi observación que no alcancé a distinguir de dónde venía, aunque estaba claro que provenía de mi propio departamento. Me quedé expectante y finalmente se produjo otro sonido, como un rozar de telas por el viento.
Provenía del baño y, dispuesto a cerrar la ventana que había permitido que el viento me desvelara, me encaminé hacia allí. Cuando encendí la luz, se desplegó ante mis ojos un espectáculo tan asombroso como increíble. En la bañera, llena de agua hasta la mitad de su capacidad, un modelo a escala de un barco de guerra, de aproximadamente un metro de largo, escoraba peligrosamente hacia estribor, mientras que un denso humo negro salía de diversos ojos de buey, ventanucos y portezuelas. A su alrededor, una multitud de pequeños botes salvavidas se dirigían hacia el borde de la bañera, de donde cientos de milimétricos marineros saltaban al bidet, poniendo a resguardo sus vidas del naufragio. Parecía una película muda. Todo ese despliegue, esa escena que parecía desarrollada por especialistas en efectos especiales, ocurría en un silencio casi total, apenas un rumor lejano de maquinas moribundas y multitudes disciplinadas que dominan su pánico a favor del bien común.
Los ínfimos marinos, de poco más de un centímetro de alto, iban acomodándose en los bordes de los sanitarios, en donde armaban pequeños grupos que parecían comentar el suceso, sin preocuparse –aparentemente- por mi demudada presencia.
Antes de que el buque se hundiera en las profundidades de mi bañera, alcancé a ver, en la proa, el nombre de la nave: “Graf Spee”.
“Dios mío –pensé- la guerra llegó a mi baño”. No sabía que hacer. Ofrecerle ayuda a los tripulantes de la desdichada embarcación era una obligación humanitaria, pero a su vez, sabía que salvaría a muchos nazis, lo que seguramente me pondría en contra de la Ley Anti Discriminación. Y no era uno, eran cientos. Me acerqué al bidet enarbolando un calzoncillo blanco que estaba colgado del toallero, buscando entre los pequeños marinitos alguno que pareciera ostentar el rango más alto. Fue entonces cuando notaron mi presencia y se replegaron hacia el sector donde descansaba una esponja y un jabón totalmente seco (no uso mucho el bidet, debo confesar). Intenté contarlos, pero la poca luz, las lagañas, la sorpresa y el sueño me impidieron recordar qué número iba después del 23. Acerqué mi rostro y logré distinguir a uno que parecía almirante... o portero de hotel de cinco estrellas y le pregunté “¿du iu spic in inglish?”. El liliputense hombre de mar me respondió con un sonido similar al zumbido de un mosquito, aunque algo más grave.
La situación era totalmente complicada. No podía comunicarme con esos pequeños hombrecillos, tampoco podía ir a buscar ayuda, debido a la hora, y a que el hecho resultaría muy difícil de explicar e imposible de entender. Apoyado contra la puerta del baño, cerré los ojos y traté de pensar. Entonces entendí claramente el problema y pude vislumbrar la solución. Fui en busca de mi notebook, me conecté a Internet y con la ayuda de un diccionario on line español-alemán, redacté mi rendición incondicional. Desde entonces ellos están a cargo de mi departamento, que por primera vez luce ordenado y limpio. Oficialmente es la única colonia alemana en el mundo y a mí, el único nativo, me tratan de lo más bien. Y cada tanto me llega un cheque del Deustchebankenhildenösecuanten que ayuda al presupuesto, sobre todo porque los enanos gastan poco y casi no salen.

3 comentaris:

  1. no sé. ¿ke signifikar metafóriko?

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  2. hola germann..

    buenno..

    voii a hacer como que no entiendo nada del blog...

    para que no me prohibann entrar.. :P

    al finn postie alggo en mi blogg

    lo tenia olvidado...

    proximamente voii a postear :
    *fotos del cumple de coco
    *fotos tuyas :P
    *tinkerbell :P
    *alguna estupidezz que encuentre

    buennno

    me voii llendo

    estoii aca conn la tata

    y la coco jode para que le de la maquinna :P

    chauu

    tkmmm


    LuZz! :)

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